Objetivos a cachitos

Todos los meses de enero me pasa lo mismo. No sé a vosotros, pero a mí, no dejan de llegarme en estas fechas mensajes motivadores y retadores para empezar el año con el ánimo bien alto. Me vienen por todas partes…la verdad es que es como una plaga. No me extraña nada que el otro día, justo después de escuchar uno de estos mensajes que te animan a adelgazar, a apuntarte al gimnasio o  a ir a clases de chino, alguien dijera:

-Me sacan de quicio esas frasecitas. Porque al final todo se queda siempre en buenas intenciones y empiezas el año muy a tope pero a mediados de febrero ya te has desinflado.

Efectivamente eso es lo que le ocurre a la mayoría. Que después del subidón de motivación de principios de año, viene el bajón que puede empezar ya incluso a mediados de febrero. Esa pérdida de motivación nos puede durar hasta el otoño, al que llegamos con una sensación de frustración terrible por no haber conseguido nuestro objetivo. Pero dura poco, porque enseguida nos empezamos a motivar otra vez a finales de año con la excusa de que “ya si eso en enero lo retomo y el año que viene sí que sí, seguro que consigo mi objetivo”.

Hace un año escribí un post sobre este tema precisamente: Año nuevo, objetivos nuevos puedes leerlo aquí si quieres: https://thecoachingpost.com/ano-nuevo-objetivos-nuevos. Ahí explicaba que la mayoría de las veces fallamos en lograr nuestros objetivos por un asunto de forma más que de fondo. Es decir, fallamos en la manera en que enunciamos nuestros propios objetivos, y la clave suele estar ahí. Con unas pequeñas modificaciones en la manera en que nos decimos a nosotros mismos nuestros objetivos, la cosa puede cambiar mucho, muchísimo, tanto que incluso es muy probable que esta vez sí lo consigamos. Pero en este post no pretendo repetir lo que escribí hace un año, ni mucho menos. Mi intención ahora, es contribuir a que todas  las personas que han perdido la confianza en el poder de marcarnos objetivos, se reconcilien con ello. Y no lo digo yo, no. Incluso a través de la neurociencia se puede explicar por qué marcarnos objetivos es bueno para  nuestra salud.

Y para empezar voy a hablarte de la alegría. Que ¿qué tienen que ver la alegría y la neurociencia con todo esto? Ahora lo verás.

La alegría es una emoción. Tiene algo que ver con la felicidad, pero no es exactamente lo mismo. La felicidad es un estado. La alegría es una de las llamadas emociones básicas. Esas emociones que tenemos en común todos los seres humanos, con las que nacemos. Se llaman básicas por eso, porque nos vienen de serie y sirven para facilitar nuestra adaptación al medio. El psicólogo Paul Ekman hizo un estudio antropológico sobre la expresión facial de las emociones básicas y concluyó que, dado que todos los seres humanos las expresamos de la misma manera,  estas emociones son comunes a todos nosotros independientemente de nuestra cultura. Cada emoción responde a un estímulo, al mismo estímulo en todas las culturas. Así como la pena responde a una pérdida, o el miedo a la falta de recursos para afrontar una situación. La alegría responde siempre a un logro. Es decir, sentimos alegría cuando logramos algo. Piensa en las veces que te has sentido alegre y verás como siempre había un logro detrás.

Las emociones son por tanto respuestas neurofisiológicas a determinados estímulos y que nos predisponen a ciertos comportamientos. O sea, la alegría nos predispone a sonreír, a buscar el contacto con los demás, a compartir. Pero no sólo eso. La alegría también tiene un componente hormonal muy importante, porque cuando sentimos alegría, nuestro cerebro libera una serie de neurotransmisores, como dopamina, serotonina o endorfinas, que nos hacen sentir bien.

La dopamina en concreto es necesaria para activar nuestro  mecanismo cerebral de refuerzo. Un sistema por el que nuestro cerebro aprende que determinada conducta es buena para nosotros y así se asegura de que en el futuro repetiremos esa conducta. La alegría es muy poderosa porque  no sólo nos hace sentir bien, sino que además contribuye en gran medida a que estemos más sanos. Pensad en todas las veces que los médicos nos dicen que con determinadas enfermedades es fundamental la actitud del paciente. No lo dicen por decir, lo dicen porque la química de la alegría es buena para nuestro organismo y muchas veces puede contribuir a inclinar la balanza hacia la curación de una enfermedad o dolencia.

Imagino que estas alturas ya te habrás dado cuenta de que todo esto tiene bastante que ver con todo el tema de los objetivos que te contaba al principio. Todo tiene su por qué.

Marcarnos objetivos nos hace levantarnos cada día con la ilusión de conseguir algo y, si  conseguimos ese algo, habremos obtenido un logro. Ese logro es germen de alegría. Lo acabamos de ver: recuerda que la alegría es una emoción que responde siempre a un logro.

Entonces ¿por qué nos desmotivamos con tanta facilidad?  Mi teoría es que generalmente nos ponemos objetivos demasiado lejanos.  Fíjate que he dicho lejanos, no he dicho grandes (creo que siempre hay que buscar objetivos grandes, pero hay que saber hacerlo).

Por lo general, nos solemos marcar objetivos que requieren mucho tiempo y eso desmotiva a cualquiera. Por eso para mí es fundamental buscar un objetivo grande que nos motive muchísimo, pero que a la vez nos permita trocearlo. Voy a poner un ejemplo: imaginemos un emprendedor que se ha propuesto poner en marcha su negocio en un plazo de un año. El objetivo está muy lejos, corre el peligro de desmotivarse en primavera. ¿Qué puede hacer? Yo optaría por un plan mensual, incluso semanal. Trocearía ese objetivo tan grande en muchos cachitos de manera que cada semana de mi año tuviera algún logro que celebrar.

Un logro a la semana, por pequeño que sea, me asegura una dosis de alegría semanal que hará que me sienta mejor, y que me acercará cada día un poco más a mi objetivo y que mantendrá bien alta mi motivación. La clave del éxito ya sabes cuál es: haz cachitos tu gran objetivo y lo conseguirás.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

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