Año nuevo, objetivos nuevos
Es el poder que tiene el comienzo del año. De manera simbólica nos permite poner el marcador a cero y volver a empezar todos esos proyectos que dejamos aparcados en algún punto del camino del año pasado. Parece que el comienzo de un año nuevo nos da el poder de resetearnos, y eso es estupendo porque nos vuelve a abrir las puertas de la ilusión, porque activa nuestra creatividad, porque nos hace reflexionar sobre lo que queremos, sobre lo que realmente es importante para nosotros. Nos hace apagar el piloto automático.
Pero es curioso: no sé si te has dado cuenta de que muchos de tus proyectos para 2018 se parecen demasiado a los que tenías también para 2017, incluso para 2016 o 2015.
Es el lado oscuro del poder del reseteo…que no entiende de filtros, que nos da alas para bombardear a nuestro cerebros con sueños, proyectos y objetivos muy apetecibles aunque en el fondo sepamos que no los vamos a conseguir.
Porque no basta con poner nuestros sueños en una lista de deseos. Lo sabemos, sin embargo, seguimos poniéndolos año tras año. Los mismos objetivos. La misma lista.
Y claro, año tras año, cuando volvemos a constatar que no nos hemos acercado ni un pelo a nuestras metas, nos invade la misma sensación de fracaso…suele ser a finales de otoño.
Pero enseguida llegan las Navidades y con ellas un nuevo hilo de esperanza, una nueva oportunidad para lograr nuestros sueños. Un año nuevo en el que podemos empezar de cero como si todo lo anterior no contara.
Y digo yo que algo estaremos haciendo mal, si volvemos a caer año tras año en la misma trampa, en la misma lista de nuevos propósitos que no tienen nada de nuevos.
“Este año voy a hacer deporte”, “este año voy a aprender algún idioma”, “este año no voy a discutir con mi pareja”, “este año voy a salir antes del trabajo”, “este año voy a dedicar más tiempo a mis amigos”, “este año voy a adelgazar”. Son como una plaga estos días. No hay conversación que se libre de ellos.
Seguro que tú tienes tus propios objetivos y que, a primera vista, te parecen totalmente diferentes a estos ejemplos que te acabo de poner. El contenido seguro que es muy diferentes sí, pero ¿te has parado a pensar en su estructura?
Es importante dedicar todo el tiempo que haga falta a marcar un objetivo, porque no es tan sencillo como parece. Por pedir, podemos pedir la luna. Pero es igual de importante tener claro lo que queremos conseguir, como la manera en que nos decimos a nosotros mismos eso que queremos conseguir, es decir, el enunciado de nuestro objetivo. Y es ahí precisamente donde suele estar la brecha que nos hace fracasar año tras año y dañar poquito a poco nuestra autoestima.
Pero no te preocupes si este es tu caso, porque hay algunas reglas de oro, que te pueden ayudar a marcarte los objetivos de manera adecuada, para que esta vez sí los consigas.
En primer lugar, enuncia los objetivos siempre en positivo. Fíjate en algo que quieras, no en algo que no quieras. Por ejemplo, si tu objetivo para este año es no discutir con tu jefe, pues cámbialo a esta otra manera. “Quiero llevarme mejor con mi jefe”. La explicación a esta regla tiene mucho que ver con la motivación. Es más fácil motivarme cuando mi cerebro interpreta mi objetivo como algo bueno a lo que me quiero acercar, y no como una situación mala de la que quiero huir. Para mover ficha, es más motivante enfocarme en lo bueno, que en lo malo.
Otra de las características que debería tener un buen objetivo es el de ser específico. Cuanto más concreto mejor, porque más fácil se lo pondrás a tu cerebro y más fácil te resultará a ti dar pasos en la buena dirección. ¿No es mucho más fácil llegar a un sitio cuando sabemos dónde está exactamente? Imagínate que te digo: “vente a cenar a mi casa, que está por el norte de Madrid.” Igual llegas, sí, pero será más fácil si te digo la dirección exacta y el día y la hora a la que te espero. Con los objetivos pasa lo mismo. Si en vez de decirnos “este año voy a hacer deporte”, lo hacemos así: “este año voy a ir al gimnasio tres días por semana” mucho mejor, porque lo que estamos haciendo es marcarnos un itinerario, una ruta.
Esto, además, nos va ayudar a comprobar o medir si realmente estamos acercándonos a nuestro objetivo. Y ese darnos cuenta de que estamos lográndolo nos motiva a seguir avanzando.
Por eso es bueno marcarnos objetivos muy motivantes y apetecibles, claro, pero también deben ser realistas. Si tienes objetivos muy grandes, es bueno que establezcas un plan de acción creando pequeñas metas con un calendario que te permita ir consiguiendo pequeños logros. Muchas veces nos marcamos metas tan utópicas que no sabemos ni por dónde empezar y no conseguimos salir de ese bloqueo. Divide y vencerás.
Por último, otro detalle que a veces se nos escapa: es importante que tu objetivo esté bajo tu control. Por ejemplo, si te dices a ti mismo: “este año quiero encontrar trabajo”. Está muy bien, es un objetivo buenísimo, pero te recomiendo que modifiques la manera en que lo dices para no frustrarte si finalmente no consigues el trabajo. Por ejemplo, una manera más correcta de enunciar este objetivo sería esta otra: “voy a hacer todo lo que esté en mi mano para encontrar trabajo” (luego habría que especificar qué es exactamente todo lo que esté en mi mano). Lo importante es que tengas muy presente que hay una parte de ese objetivo que no depende de ti.
Ánimo y mucha suerte con tus objetivos (positivos, específicos y realistas) para 2018.
Aldara Martitegui
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