¿Qué necesitas para motivarte?

“A ver si este año mi jefa me motiva un poco en el trabajo, porque estoy ya con un aburrimiento…. y unas pocas ganas de ir a la oficina…”

Es la frase que me dijo un amigo hace una semana, cuando  ya había entrado el nuevo año.

Y de ahí surgió una interesante conversación.

-Exactamente ¿qué tiene que hacer tu jefa para que tú te motives?, le pregunté.

-Ah pues no sé, que haga algo, para eso es la jefa, digo yo que ella sabrá… que me proponga tareas más amenas, más divertidas, menos rutinarias.

No sé si estaréis de acuerdo conmigo,  pero esta idea de que los responsables de que yo esté o no  motivado en el trabajo son “los demás” es una creencia bastante extendida. Yo creo que ocurre porque muchos de nosotros la arrastramos desde la infancia. Porque en el colegio se valora mucho la habilidad de los profesores para motivar a los alumnos. Pero en la vida adulta, y en un entorno laboral, la cosa cambia mucho. En este contexto, esta creencia de que los demás tienen la responsabilidad de motivarme a mí,  es muy limitante, porque al poner el foco en los otros lo que hacemos es despojarnos de nuestra capacidad de agencia, de construir nuestra propia realidad.

Una vez más, conviene recordar que el lenguaje no es inocente. El cómo nos decimos las cosas transforma nuestra percepción del mundo y, como consecuencia, nuestras conductas. En este caso, al repetirnos la frase “a ver si mi jefe me motiva un poco”, estamos creando inconscientemente una realidad (nuestra realidad) que nos deja muy poca capacidad de intervención. Damos por hecho que nuestro jefe es quien tiene que motivarnos, por lo tanto, vivimos como si realmente la posibilidad de motivarnos no fuera cosa nuestra sino de los demás (en el caso de mi amigo, de su jefa).

La motivación tiene mucho (todo) que ver con nosotros. Con lo que nos gusta, con los motivos y razones que nos mueven para hacer algo, ya sea ir a trabajar cada mañana, estudiar, ir al gimnasio, empezar una dieta, dejar de fumar etc. De manera que cuanto más valor tengan esos motivos o razones para mí,  mayor será mi motivación para empezar a moverme.

-Piensa en algo que te guste mucho, le dije a mi amigo.

-La música rock,  me dijo.

-¿Y si yo te dijera que en vez del rock te tiene que gustar el funk?

Se sonrió, y me dijo:

-Pues que eso lo sabré yo ¿no?, que quién eres tú para decirme lo que me gusta o no me gusta.

La motivación funciona ahí un poco como el rock. Nace de nosotros mismos y no por el hecho de que alguien externo me diga que algo me tiene que gustar, me va a gustar.

La motivación es un proceso que nace de nosotros mismos. Somos nosotros los que tenemos que encontrar los motivos para hacer algo. Es muy subjetivo.

-Dices que te gustaría que tu jefa te propusiera tareas menos rutinarias y más amenas, ¿no?, pregunté a mi amigo. ¿Cómo sabes que ella no lo está haciendo ya?

-Pues si es así, a mí, no me lo parece. Todo es aburrido.

Pero después de un silencio, siguió:

-Claro que… después de lo que hemos hablado…mmmmm igual para ella, lo que me propone no es aburrido ni rutinario. Vaya… esto es como lo del rock ¿no? Que a mí me gusta el rock y a ella el funk, vamos.

Pues eso.

Siguiente pregunta:

-¿Serías capaz de hacer una lista con las cosas que necesitas que cambien para que tus tareas sean menos rutinarias y más amenas?

Y en ese punto es donde él hizo el click. Se dio cuenta de que en realidad no lo sabía. Y no lo sabía porque nunca se había dado la oportunidad de pensarlo. Porque siempre había creído que tenía que venir alguien de fuera a decírselo y había actuado en consecuencia: esperando. Pero, como hemos visto,  la motivación nace de uno mismo. Es estupendo que un jefe tenga el tiempo y la inquietud de preguntar a sus empleados qué necesita cada uno, pero ¿y si no lo hace?  Es en nosotros mismos en quien recae la responsabilidad de averiguarlo. Darnos cuenta de esto, salir de esta ceguera, es el primer paso. Igual este es  tu caso también. Igual llevas demasiado tiempo esperando a que venga alguien a motivarte y ni siquiera te habías parado a pensar que el responsable eres tú, que eres tú quien tiene encontrar la manera de hacerlo.

Si no sabes por dónde empezar la “exploración”, te recomiendo que lo hagas preguntándote “para qué”. ¿Para qué voy a trabajar cada mañana? Es un primer paso estupendo para encontrar tus razones. Y esas razones, esos motivos, serán como la chispa que encienda tu motor.

 

 

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