Mamá, me aburro

Si tu hijo te repite muchas veces estas vacaciones que se aburre, date la enhorabuena porque eso significa que lo estás haciendo muy bien. Aunque la situación te saque de tus casillas y tengas que aguantar a tus hijos lloriqueando y como almas en pena quejándose a todas horas, no te desesperes. Esos momentos de aburrimiento son el mejor regalo que les puedes hacer estas Navidades.

Es muy interesante, si. La teoría está muy bien. Existen ya decenas de estudios de psicología, neurociencia, neuroplasticidad o pedagogía, de prestigiosas universidades de todo el mundo sobre la importancia del aburrimiento en los niños.

En las bibliotecas y hemerotecas hay miles de libros y artículos que explican todos esos estudios: que el aburrimiento es la antesala de la creatividad, que es importante que tengan sus ratos de aburrirse para escucharse a ellos mismos…en definitiva, que con el nivel de sobre estimulación que tienen nuestros hijos hoy día, aburrirse les ayuda a desarrollar su autonomía, el pensamiento propio, la imaginación. Los estudios vienen a decir que si un niño se aburre y nadie le dice qué hacer, él mismo acabará encontrando una manera de entretenerse.

Veo que hay mucho escrito sobre esto, pero muy poco sobre cómo gestionar ese momento en el que la crisis se desata en casa por culpa del aburrimiento de los niños.

Porque, por mucho que tú sepas que es bueno que se aburran, la realidad es que eso no cambia que tu hijo siga irritable y protestando.

¿Qué hago en ese momento? ¿cómo consigo no volverme loca? Porque no sé a vosotros, pero a mí eso de repetirles la teoría: “es bueno que os aburráis, lo dicen numerosos estudios de neurociencia” no me sirve de nada. Os podéis imaginar la cara que se les queda a mis hijas de 3 y 8 años si les suelto semejante frase.

En teoría, si queremos que nuestros hijos experimenten ( sin saberlo) el beneficio de aburrirse, no deberíamos decirles absolutamente nada de lo que pueden hacer para entretenerse, porque preciosamente en esa búsqueda personal, es donde está la riqueza del aburrimiento. Los más puristas dicen que no deberíamos darles ni siquiera una idea para no frenar su imaginación.

Pero, francamente… a mí no me funciona. Le he dado muchas vueltas al tema y no entiendo por qué no puedo dar “pistas”.  Así que, me he apropiado de un “truquito” que ya conocía y que he empezado a probar ya estas Navidades.

Se llama el tarro del aburrimiento. La idea consiste en sentarte una tarde con tus hijos y hacer una lista de cosas que les gusta hacer. Tienen que ser ellos los que decidan esas cosas que pueden hacer para entretenerse, aunque tú les puedes orientar. Por ejemplo, deberían ser cosas que se puedan hacer fácilmente en casa y que no requieren ningún material que no tengamos a mano. Deberían ser cosas adaptadas a su edad, claro, y si es posible cosas que puedan hacer ellos solos. El mero ejercicio de pensar y escribir esas cosas es ya de por sí una actividad creativa.

En la lista de mi hija mayor salieron cosas muy interesantes, como hacer un collage con recortes de revistas,  un dibujo pegando hojas de árboles caídas, un bizcocho etc…y otras actividades más cotidianas como leer, ver una peli etc.

Se trata de escribir cada una de estas actividades en un papelito. Puedes usar papeles de diferentes colores para que quede más bonito. Con cada papel, que tendrá del tamaño de una tarjeta de visita, haces un rollito y lo vas metiendo en un tarro de cristal o de plástico transparente. También pueden decorar el tarro por fuera si quieren con algún dibujo o con pegatinas.

Cuando ya tienes el tarro del aburrimiento listo, lo pones en un sitio que sea accesible para ellos y, a partir de entonces, cada vez que se aburran sólo tienen que abrirlo y sacar un papelito para ver  qué actividad les ha tocado.

Yo lo he hecho ya un par de veces y me doy cuenta de que al final terminan haciendo cualquier otra cosa, o como mucho  hacen su propia versión de lo que pone en el papelito, adaptada a ese momento concreto. O sea, que mi miedo a estar frenando su creatividad con el tarro del aburrimiento, ha quedado totalmente disipado. Mi conclusión es que su imaginación trabaja igual, pero nos ahorramos esos momentos previos de “mamá me aburroooooo”,  que agotan la paciencia de un santo.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

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