¿Niños contestones?

Después de mi artículo de la semana pasada sobre las alternativas al castigo, son muchas las personas que me han comentado sus casos personales. Porque es verdad que a veces acierto con los ejemplos que suelo poner para ilustrar cada tema, pero muchas otras veces, esos ejemplos se quedan cortos.

Este es el caso de una compañera de trabajo con la que comparto a diario mis andanzas informativas y educativas. Además, su “problema”: niños que dan malas contestaciones,  me toca muy directamente porque tengo exactamente el mismo yo en casa. Es un tema  bastante común y seguro que muchos otros padres y madres se sienten identificados.

La hija preadolescente de mi amiga lleva una temporada dando contestaciones impertinentes a su hermano pequeño (en esto, su caso difiere un poco del mío, porque mi hija lleva así desde que aprendió a hablar y la verborrea no se limita a su hermana).

Esta niña habla a veces con mucha chulería y desprecio, mostrando tal falta de respeto hacia su hermano que a veces incluso él llora. Estos padres, un poco desesperados,  ya no saben cómo cortar ese comportamiento. Normal.

-Cuando pasa esto yo me enfado mucho con ella, dice mi amiga. Le digo que no se puede hablar así a nadie y  la castigo con diferentes cosas, por ejemplo en su cuarto, o sin salir esa tarde con sus amigas…vamos con lo que se me ocurra sobre la marcha.

Efectivamente, esos castigos no sirven de mucho. Te recomiendo que leas el anterior post sobre las alternativas al castigos si no lo leíste. En él explicaba que los castigos, tienen muy pocos efectos sobre el comportamiento de los niños y que lejos de aportarle algo bueno, les genera un espacio de rencor, más enfado y deseos de venganza.

El caso es que el comentario de mi amiga sobre la manera de hablar de su hija preadolescente, nos hizo derivar la conversación sobre los castigos hacia otro tema  que, en mi opinión, merecía su propio post porque es verdad que es un asunto muy común. ¿Cómo consigo que mi hijo no hable mal?

Lo primero, es aceptar que ellos no se dan cuenta de que hablan mal, o por lo menos actuar como si realmente creyeras que no se dan cuenta. Es difícil dar ese paso, pero cuando lo das, te aseguro que se abren nuevas vías de comunicación con ellos. El foco cambia de estar en algo que tu hijo” hace mal”  a estar en algo que tu hijo “no sabe hacer”. Tu estado cambia totalmente, porque tu compromiso pasa a estar de verdad en enseñar a tu hijo algo que no sabe desde el cariño y la compasión.

¿Y cómo le puedes enseñar?  Pues ahí está un poco la creatividad de cada uno. Yo lo que hice fue negociar con mi hija una señal, una alerta. Cada vez que hablara mal yo me comprometía a no regañarla ni castigarla, sino a mirarla con una cara determinada (nuestra señal)  para que ella se diera cuenta de que había hablado mal.

Ella, por su parte,  se comprometía a otra cosa: disculparse automáticamente con un “lo siento”.

El juego funcionó desde el primer momento. Entre ella y yo se generó una conexión y una complicidad muy bonita, porque ese es nuestro juego, sólo nuestro.

Lo mejor de todo es que con el tiempo (os aseguro que no demasiado) el “problema” ha mejorado muchísimo. Por supuesto que ella no ha dejado de hablar mal, pero el juego le ha generado el automatismo de preguntarse habitualmente si está hablando bien o mal, y esto es un gran avance.  Muchas veces, antes de terminar la frase ya me está mirando con ojitos  de “creo que lo he dicho mal” para buscar mi mirada cómplice. A veces incluso nos reímos.

Otro juego que solemos hacer si hay tiempo, es el de ensayar otras maneras cariñosas de decir algo que acaba de decir mal. La mayoría de las veces, los niños tienen tan automatizada su manera de hablar mal, que no se dan cuenta de que hay otras opciones. Es decir, ellos creen que no son capaces de decirlo de otra manera, y claro que lo son. En esos casos  hacemos como una mini obra de teatro en la que ella sola busca y encuentra alternativas. Desde ese “modo juego”, a ella se le ocurren varias formas de decir la misma frase, pero sin faltar al respeto.

Sé que aún estamos lejos de acabar con “el problema”, pero también sé que ella está aprendiendo y que estamos disfrutando del camino, o al menos, no sufriendo demasiado en el intento.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

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