Mi hijo es “de los que pegan”

He escuchado varias veces la frase y me parece terrible: mi hijo es “de los que pegan”. Dicho por sus propios padres. El caso es que en vista de las preguntas y comentarios que surgieron a raíz del post de la semana pasada, (https://thecoachingpost.com/enfado-los-limites) vuelvo a retomar el tema del enfado, pero esta vez centrándome en los niños.

Algunas personas me han preguntado: ¿y cómo hago para que gestionar los enfados de mis hijos? Porque claro, como adultos, es relativamente sencillo una vez que interiorizamos en qué consiste realmente esa emoción y la despojamos de su mala fama.

Ayudar a nuestros hijos es un poco más complicado, pero no es imposible. Sólo hace falta cambiar el punto de vista.

El enfado tiene que ver única y exclusivamente con los límites que cada uno tiene. Nos enfadamos cuando alguien sobrepasa nuestros límites, nuestras líneas rojas.

Y es ahí donde, como padres,  deberíamos poner la atención para ayudar a nuestros hijos. Lo de pegar, gritar y tener comportamientos agresivos y violentos es una consecuencia de lo primero.

Por eso, es conveniente que distingamos entre dos aspectos, dos vías para trabajar el enfado de nuestros hijos que son totalmente complementarias y necesarias: por un lado, el tema de sus límites ¿dónde los tiene tu hijo?, y por otro lado la aceptación de la emoción y la gestión de esa energía que se genera cuando uno se enfada.

De modo que si tu hijo es “de los que pegan” o se pone agresivo,  deberíamos ayudarles a canalizar esa energía que se genera con el enfado hacia otras cosas que no impliquen violencia. Por ejemplo, podemos animarlos a salir a correr al parque, a hacer alguna actividad física que les permita liberar esa tensión. Cada niño y cada situación son diferentes. Hay niños que pegan, niños que gritan, niños que se enfurruñan y no quieren ni hablar. Como padres, lo ideal sería calibrar cada caso. Pero nunca reprocharles que se hayan enfadado. Ellos no lo eligen. Simplemente se enfadan porque realmente sienten que alguien ha traspasado su línea roja.

Si tu hijo pega a un compañero del colegio, es probablemente porque él siente que  ese compañero ha sobrepasado sus límites. Los niños pegan o gritan cuando se siente así, vapuleados, denostados. Si alguien se siente estupendamente, no se enfada, ni pega… ¿verdad? Habrá que enseñarles por lo tanto a reconocer ese enfado y aceptarlo. Porque el enfado en sí mismo, no tiene nada de malo. Le puedes decir una y mil veces que no se debe pegar, y está fenomenal que lo hagas. Pero la idea es que no te quedes ahí, sino de que le des algunas altenativas. Porque él no tiene por qué saber que hay otras maneras de expresar su enfado.

Imagina que tu hijo se pone furioso porque quiere ir a al parque y tú le dices que ya es demasiado tarde.

Podrías decirle algo así:

-“Ya estás otra vez enfadándote, es que siempre estás igual, no siempre se puede hacer lo que uno quiere”.

Pero si en vez de eso le dices esto:

– “Comprendo que te hayas enfadado por eso. Tenías muchas ganas de ir al parque y lo sé. Imagino que te sientes fatal y con ganas de pegar un puñetazo a alguien. Es muy comprensible, yo en tu lugar me sentiría igual…pero es tarde. Tenemos que ir a casa que mañana hay cole”.

A ver…enfadado va a seguir. No desaparece por arte de magia. Pero te aseguro que tu hijo  se va a sentir mucho mejor al ver que sus padres le comprenden y entienden sus motivos.

Si el niño se ha puesto agresivo y violento, le puedes animar a soltar esa energía de otra manera, por ejemplo, invitándole a hacer una carrera hasta el portal de casa. Ese no es el momento de regañarle por ser violento (eso lo puedes hacer después). Ese es el momento (si, justo cuando tu estás ya al borde de un ataque de nervios) de enseñarle a canalizar toda esa tensión hacia otras cosas. Sé que no es fácil, pero la combinación de las dos herramientas (empatía + gestión de la energía) funciona.

Como decía al principio,  hay niños que se enfadan demasiado, por demasiadas cosas…es decir, que tienen un umbral del enfado demasiado bajo, que son muy irascibles.

En estos casos, más que empeñarnos en que no se enfaden tanto (que es donde solemos poner el foco los padres)  deberíamos trabajar con ellos esas líneas rojas y tratar de entender por qué se sienten vapuleados con tanta facilidad. ¿Qué hay ahí detrás? Igual es un tema de celos, de autoestima baja, de inseguridad, de falta de atención…hay muchísimas posibilidades y todas se pueden trabajar. La idea es hacerte esa pregunta y hacérsela a ellos. Indagar. No quedarnos en la expresión del enfado, sino tratar de ir a su causa.

Porque, recuerda, que tu hijo se enfada siempre por algo. Está bien que les enseñemos que no se pega ni se grita cuando uno se enfada, sí, es una buenísima lección.  Pero las enseñanzas que de verdad le van a ayudar son las otras dos: la primera, aceptar el enfado como algo natural y humano y controlar su reacción, y la segunda, si son enfados muy recurrentes, acostumbrarse a buscar la causa y automatizar la pregunta: ¿realmente tengo motivos para enfadarme?

 

Aldara Martitegui

 

 

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