El valor de los valores

La multinacional en la que trabaja Manuel le propuso hace no demasiado tiempo una oferta muy seductora: dirigir una sucursal en un país asiático en el que querían instalar una nueva sede. Era un proyecto muy bonito, con muchas posibilidades para él. Dirigir ese proyecto con sólo 40 años, la abriría muchas puertas, iba a servirle  de lanzadera profesional.  Él estaba feliz, ilusionado, agradecido por la confianza depositada en él.

Pero Manuel tenía muchas dudas. Aceptar ese trabajo suponía irse a vivir a este país por un tiempo indefinido. Mínimo 5 años. Luego ya se vería. Él sabía que su mujer no iba a pasar por eso. Ya lo habían hablado en alguna ocasión. Para ella, estar cerca de sus padres y hermanos era fundamental. Él sabía que no iba a ser fácil convencerla.

Por eso Manuel pidió ayuda. Quería aprender a ser asertivo. Pensaba que, en su relación con su mujer, subyacía un tema de baja autoestima. Pero Manuel, como suele pasar en estos casos, no se veía con fuerzas para enfrentarse a ello, nunca encontraba el momento ideal para hacer frente a sus inseguridades.  En su día a día se acostumbró a ese sentimiento permanente de, por querer complacer a su mujer, sentir que no se estaba respetando a sí mismo. Lo había normalizado.

Estuvo pensando en rechazar la oferta de trabajo sin decirle nada a su mujer para no tener que enfrentarse a ella. Pero en vez de eso, esta vez decidió ser valiente. Esa oferta de trabajo era un motivo realmente de peso para dar el paso y empezar a ser protagonista de su vida. Manuel empezó un proceso de coaching. Se marcó un objetivo enseguida. Como tenía todo el verano para contestar a la propuesta de su jefe, él se puso un plazo de un mes para hablar con su mujer. Tenía un mes por delante para preparar esa conversación.

Había una cosa que Manuel tenía muy clara: Sabía que si ella no iba a Asia totalmente convencida de que eso era lo mejor para los dos, tarde o temprano la situación iba a  estallar. De la misma manera, si él renunciaba a ese proyecto por complacerla, el desenlace también iba a ser desastroso.

El caso es que Manuel quería trabajar la asertividad y en pocas sesiones se dio cuenta de que conociendo la estructura que hay detrás de esa conducta, es mucho más fácil aprenderla. Empezó a “ensayar” y le fue genial. Después del verano habló con su mujer y ella accedió.

Todo parecía perfecto, pero… Manuel seguía indeciso. ¿Por qué no soy capaz de tomar una decisión?

Porque faltaba poner sobre la mesa sus valores. Y ahí vino la clave de todo el proceso. Después de trabajarlos durante varias sesiones, Manuel fue por fin capaz de tomar una decisión sin dudar.

Renunció a ese traslado a Asia a pesar de tener el apoyo de su mujer. Manuel  sabía que perdería muchas oportunidades profesionales, pero ninguna de ellas llegaría jamás a hacer sombra al principal valor que le movía en su vida: Su familia. Y para Manuel, el valor de la familia iba más allá de su mujer y sus hijos. Implicaba a sus padres, a sus hermanos, a sus sobrinos, la necesidad del contacto físico y la estabilidad. Lo vio clarísimo en pocas sesiones.

Entendió de dónde venía esa indecisión. En su lista de valores, el de la familia, ganaba por goleada.

Los valores se pueden cambiar si quieres, porque si lo piensas, no son los mismos valores los que nos mueven en la infancia, en la adolescencia, en la juventud, o en la madurez… Pero Manuel no quiso cambiar nada. Le gustaba que fuera así. Terminó ese proceso de coaching con un nivel de conciencia sobre sí mismo enorme. Había descubierto el valor de los valores. Cuando vuelva a tener que tomar una decisión trascendental en su vida ya sabe dónde tiene que mirar. Sus valores son ahora su brújula.

El ejemplo de Manuel salió el otro día en una clase sobre valores. Lo rescaté de mi memoria para explicar a mis alumnos por qué es tan útil conocerlos. Cada uno hizo su lista de cinco valores y los ordenó de mayor a menor importancia. Sus caras lo decían todo al terminar. Ojos brillantes, sonrisas de satisfacción. Ese día, cada uno de ellos salió del aula con su brújula en el bolsillo.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

 

Add A Comment