Los niños y la meditación
Últimamente varias personas me han preguntado cómo podrían introducir a sus hijos en la mundo de la meditación. En todos los casos son madres a las que los tutores de sus hijos les han comentado que les vendría muy bien practicarla porque son niños movidos y con dificultades para concentrarse. La mayoría de los padres se fía a ciegas de las recomendaciones de los profesores pero en el fondo no entienden muy bien ni cómo ni por qué la meditación puede ayudar a sus hijos. Es lo que voy a tratar de explicar.
Lo primero que quiero dejar claro es que estoy totalmente de acuerdo con esos profesores, es más, yo lo recomendaría para todos los niños independientemente de que sean movidos o no.
Pero el tema no es ese. La verdad es que me resulta muy complicado explicar a una madre, sólo con teoría, cómo podría enseñar a su hijo a hacer algo que ella nunca ha hecho.
Porque siempre les pregunto lo mismo.
-Pero…¿ tu meditas?
Y en todos los casos de los que hablo, la respuesta ha sido que no.
No me extraña que se vean tan perdidas. Yo, sin haberlo practicado nunca, no sabría por dónde empezar. Es como intentar enseñar a leer a tu hijo si tú no sabes leer, o como enseñarle matemáticas si tú no sabes sumar. Lo veo complicado.
Si quieres enseñar a tu hijo a meditar tienes que tenerlo integrado tú primero, y si no es así y no estás dispuesta a aprender, lo mejor va a ser que busques algún sitio donde enseñen al niño.
Pero por supuesto que yo te recomiendo lo primero. Empieza tú. Poco a poco. Hay cientos de webs, cursos, audios y tutoriales en internet que te pueden servir perfectamente para empezar. Busca el que más te guste y empieza dedicando sólo unos minutos al día. Poco a poco irás aumentando el tiempo e integrándolo. Tu experiencia entonces, sí te servirá para introducir a tus hijos.
Mi entrada en el mundo de la meditación fue a través del Mindfulness o conciencia plena. Como dijo mi profesor el primer día de clase: conciencia plena es lo contrario al piloto automático.
Fíjate a lo largo del día en la cantidad de cosas que haces sin prestar atención. Nos duchamos, desayunamos, cogemos el coche y de repente nos vemos entrando en la oficina y no nos acordamos de cómo hemos llegado hasta allí. No es que esto sea malo; de hecho es un recurso que tiene nuestro cerebro para automatizar ciertos comportamientos rutinarios y así ahorrar energía. El problema es cuando ese tipo de automatismos se instalan en nuestra vida de tal manera que nos impiden atender al momento presente. Y en el presente es donde transcurre la vida.
En el trabajo estamos pensando en lo que vamos a hacer esa tarde. Luego, en casa por la tarde, estamos pensando en lo que nos espera en la oficina al día siguiente. Y durante todo ese tiempo, ¿dónde estabas realmente? Ni idea…porque durante ese tiempo, nos hemos desconectado de nuestra experiencia y por tanto de la realidad. Una segunda consecuencia negativa, es que ese automatismo reiterado obliga a nuestro sistema nervioso a mantenerse activo, a pleno rendimiento, durante mucho tiempo, y esto tiene repercusiones sobre nuestra salud mental.
Cuando estamos estresados llenamos nuestra cabeza de preocupaciones, y como no podemos dejar de pensar en ellas, empezamos a vivir en modo piloto automático para ir “resolviendo” las otras tareas que nuestro cerebro interpreta como secundarias.
La meditación nos proporciona ese espacio para volver, apagar el piloto automático y conectarnos con el momento presente. A la larga, desarrollar la conciencia plena nos ayuda a reducir el estrés, porque con la meditación entrenamos la capacidad de darnos cuenta de que estamos en piloto automático. Y ahí está clave: la mayoría de las veces ni siquiera nos damos cuenta de que estamos en automático. Generalmente sólo somos conscientes de ello cuando algo o alguien, nos lo recuerda.
Cuando eras un niño y te distraías en el colegio, no volvías al momento presente hasta que el profesor te llamaba la atención o hasta que sonaba el timbre del recreo. Cuando estás en el coche, con tus pensamientos a 500 kilómetros de distancia de tu cuerpo, sólo vuelves al aquí y al ahora cuando al intentar pasar la barrera de acceso al parking no encuentras la tarjeta para entrar… y es ahí cuando se produce un quiebre en tu inercia que te devuelve a la realidad. Normalmente no volvemos al momento presente porque nos demos cuenta de que nos hemos ido, sino porque algún estímulo externo nos lo recuerda.
Aquí es donde yo veo la magnífica labor que hace la meditación en los niños…y en los adultos, claro. Nuestro cerebro es un experto en automatizar, y con la meditación vamos a automatizar si, pero en este caso es un recurso para nuestro bienestar. Porque practicar la meditación regularmente e integrarla en nuestra rutina nos genera el automatismo de preguntarnos constantemente ¿dónde están mis pensamientos? Nos ayuda a desarrollar la capacidad para darnos cuenta de que se han ido a otro lugar y nos brinda la posibilidad de decidir voluntariamente que queremos volver al momento presente y conectarnos con la realidad.
Por eso, muchos profesores recomiendan la meditación a los niños que se suelen distraer. Porque con entrenamiento, es una herramienta que les ayudará a concentrarse, a rendir más y a estar, a pesar de ello, mucho menos estresados.
Aldara Martitegui
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