¿A qué te conectas cuando desconectas?

Sólo por curiosidad, ayer tecleé en Google “desconectar en vacaciones”. De esa búsqueda salieron 562.000 resultados. Son casi todo consejos, sugerencias  y trucos para conseguir disfrutar de nuestras vacaciones y quitarnos de la cabeza problemas y preocupaciones relacionados con nuestro trabajo o nuestra rutina. La verdad, es que muchos de esos artículos se limitan a reconocer que es importante que tratemos de desconectar, pero no nos dicen cómo hacerlo. Mi conclusión es que está bastante extendida la idea de que nos cuesta horrores desconectar. El simple hecho de transportar nuestro cuerpo a otro lugar, por idílico que este sea, no nos garantiza, ni mucho menos, que desconectemos de esos problemas y preocupaciones.

El no ser capaces de desconectar de todo eso (no sólo en vacaciones, sino en cualquier momento del día)  es una de las principales causas del estrés en la sociedad actual. Llenar nuestra mente de preocupaciones no hace más que generarnos emociones negativas, con toda la química negativa que esas emociones generan en nuestro organismo y que tarde o temprano se manifiesta en malestar, dolor, e incluso enfermedades. Según un estudio reciente de la asociación de psicología de EEUU, entre el 75 y 90 por ciento de todas las consultas médicas realizadas en los últimos años, son debidas a problemas relacionados con el estrés.

¿Por qué nos cuesta tanto desconectar? Bueno, pues yo, después de mucho observar he llegado a la conclusión de que el problema no está tanto en que no sabemos desconectar de nuestra rutina, como en que una vez desconectados de esos problemas y preocupaciones no sabemos a qué conectarnos. No tenemos muy claro qué significa exactamente desconectar. ¿Significa dejar nuestra mente y nuestros pensamientos vagando por ahí en una suerte de espacio sideral? Uf…no suena nada bien ¿verdad? Da un poco de miedito. Si yo creyera que desconectar es eso, supongo que no me esforzaría mucho en intentarlo.

En artículos de revistas, internet, en la radio o en televisión, nos hablan por activa y por pasiva de la importancia de desconectar de nuestras preocupaciones para evitar el estrés y los problemas derivados de este y nadie nos enseña qué tenemos que hacer con ese cable cuando lo hemos “desenchufado” de todo eso. ¿Dónde lo conectamos después?

Si os fijáis, el foco lo estamos poniendo siempre en el acto de desconectar, cuando en realidad lo tendríamos que tener en el de conectar. Sí: conectar con nosotros mismos, con nuestro cuerpo, con nuestros sentidos, con lo que podemos ver, oler, oír, tocar, con el momento presente, con el aquí y el ahora.

Dicho así parece fácil pero no debe serlo cuando en occidente triunfan ya  todo tipo de disciplinas como el yoga, la meditación o el mindfulness, cuya finalidad es precisamente enseñarnos a conectar con el momento presente a través de la atención plena y deliberada a la respiración. Que estos cursos estén llenos, nos da una idea de cuáles son las necesidades que está empezando a demandar nuestra población.

Oigo mucho la siguiente frase: “Uy eso de meditar es muy difícil… yo me veo incapaz. Me resulta imposible poner la mente en blanco.”

Toma. Y a todo el mundo.

No sé quién popularizó la expresión “poner la mete en blanco”, pero nos hizo mucho daño. Porque técnicamente es imposible. Igual de imposible que decirle a tu corazón que deje de latir y te haga caso. La mente está para llenarse de pensamientos, esa es su función. Lo que sí podemos controlar es la cantidad y la calidad de esos pensamientos.

La meditación, no propone vaciar la mente de pensamientos, sino centrarla en una sola cosa: por ejemplo, en la respiración. A través de la atención a la respiración nos conectamos con el momento presente y es ahí cuando adquirimos conciencia plena del aquí y el ahora que es donde realmente transcurre la vida…y no en las preocupaciones y problemas del trabajo que difícilmente podremos solucionar desde la playa, la montaña o donde quiera que estemos en vacaciones.

Igual acabas de volver de vacaciones y sin embargo no tienes para nada la sensación de haber desconectado porque has seguido la mayor parte del tiempo enganchado a tus preocupaciones y problemas. La próxima vez seguro que consigues estar más presente si sigues este consejo:simplemente trata de poner atención deliberada a cualquier situación. Por ejemplo túmbate en la playa, cierra los ojos y presta atención sólo a los sonidos: los gritos de los niños jugando, el sonido de las olas rompiendo, gente charlando a tu alrededor, una gaviota que sobrevuela la playa, el zumbido de los motores de los coches que circulan por la carretera.

Ahí y sólo ahí transcurre la vida. Cuando “vuelvas” seguro que tienes una sensación muy agradable, como de haberte “ido” por un momento a otro lugar en el que no existen esas preocupaciones y problemas de tu día a día. Esa es la dulce sensación de haber conectado con el momento presente. Dirigir tu atención deliberadamente hacia algo, no sólo nos permite durante ese tiempo vaciar nuestra mente de preocupaciones, sino que nos brinda la oportunidad de disfrutar de verdad de ese algo. Por eso es conveniente que para empezar a practicar la atención, elijas situaciones muy agradables, justo las que se repiten tantas veces en vacaciones: un día de playa, una visita a un museo, un paseo por el monte o un aperitivo con amigos.

Un último dato curioso. Antes de terminar este artículo, tecleé en Google “conectar en vacaciones”. Salieron 688.000 resultados, la mayoría artículos relacionados con empresas de telefonía que ofrecen ideas, trucos, herramientas y cachivaches: todo lo necesario para llevar internet contigo en vacaciones allá donde quería que vayas y poder seguir conectado…pero claro, conectado justo a todo aquello de lo que supuestamente queremos desconectar en vacaciones.

 

Aldara Martitegui

 

 

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