Nunca hables con extraños

Hay un video bastante viejo circulando por internet que casi seguro muchos de vosotros ya conocéis. Se trata de un experimento social de Joey Salads, en el que el youtuber propone a una serie de madres participar en una prueba de confianza en sus hijos.

El vídeo se graba en un parque en el que diferentes madres, en diferentes momentos, están supuestamente cuidando a sus hijos que juegan en los columpios. El investigador pregunta a estas madres si creen que sus hijos ( que no han visto a Joey Salds en su vida) se irían con él, si les engañara con alguna triquiñuela. Es decir, les propone fingir un rapto. Las madre, muy seguras de sus hijos, dicen que confían plenamente en que sus pequeños no se irán con él porque todas aseguran que  les han dicho muchas veces que nunca jamás deben irse con personas extrañas.

Pero la sorpresa de estas madres es máxima, porque todos absolutamente todos esos  niños a los que Joey Salds engaña y seduce con unos cachorrillos, se van de la mano con él a buscar más cachorrillos a su coche. Si esto fuera real, esos niños habrían sido secuestrados a pocos metros de sus padres.

Terrible.

Pero esa es la realidad en EEUU. 700 niños son secuestrados cada día en ese país. Sí, ya lo sé…a priori son unos datos que no encajan en absoluto con la realidad de nuestro país, pero es innegable que, independientemente de eso, el experimento en sí mismo tiene un gran interés. Porque los niños son niños en cualquier parte del mundo.

El experimento de Salads tiene un final muy  inquietante. Porque el vídeo aporta mucha información y muchos datos, pero pocas soluciones realistas a un problema que, claramente, existe.

Veréis por qué lo digo.

Una vez que las madres han quedado estupefactas al ver las reacciones de sus hijos, actúan así: cogen a sus pequeños en brazos y les sermonean con lo mismo.

-Cariño, pero si te lo he dicho muchas veces. Nunca, nunca, te vayas con personas a las  que no conoces. ¿Ves lo que te podría haber pasado? Que este chico al que no conoces de nada te podría haber llevado con él y te habría separado de tu familia. ¿Tú quieres eso?

-No, -contesta el niño.

-Pues ya lo sabes, no te vayas con alguien a quien no conozcas si yo no te doy permiso, ¿vale?

-Vale.

Y parece que el problema ya está solucionado.

Pero yo me pregunto: ¿es que nadie se ha dado cuenta de lo que ha pasado?

O sea, que al principio del vídeo las madres aseguran tener confianza en sus niños porque su estrategia para enseñarles ha sido la de repetirles muchas veces (algunas dicen que a diario) que no se pueden ir con extraños.

Después de la prueba en la que sus hijos demuestran claramente que no han aprendido la lección con la estrategia educativa que ellas han empleado, esas madres insisten en repetirla y repetirla.

Aun teniendo la evidencia de que no ha servido de nada, insisten en seguir implementándola.

Y yo estoy segura de que si repetimos el experimento con esos mismos niños un mes después, volvería a pasar lo mismo.

-“Estos niños…. Es que no obedecen”, dirían algunos.

¿Acaso no sería más lógico cambiar de estrategia educativa?

Porque si, como hemos visto, la mayoría de los niños se dejaría seducir por un extraño aunque sus madres les hayan repetido doscientas veces que no lo hagan…

¿Realmente pensáis que es una cuestión de obedecer o desobedecer? ¿No tendrá más que ver con la madurez del niño y con su capacidad de prever las consecuencias de sus actos?

Pues efectivamente ahí está la clave de todo. Porque la corteza prefrontral de nuestro cerebro,  la encargada precisamente de prever las consecuencias de nuestros actos, tomar decisiones y planificar (entre otras funciones), es la que más tarda en completar su desarrollo. Aproximadamente unos 20 años.

Por lo tanto, el encéfalo de un niño de las edades de los que salen en el video de Joey Salad (entre 5 y 8 años) no está suficientemente desarrollado como para tomar por sí solo la decisión de quedarse en el parque con mamá o irse con un extraño que le seduce con la idea de jugar con unos cachorritos.

Podemos pasarnos la vida recordándole a nuestro hijo que no se vaya con extraños. Pero está  claro que eso no garantiza el éxito.

Invertir demasiado tiempo en sermonear a nuestros hijos sobre este peligro nos puede generar una falsa confianza en ellos.

¿Qué podemos hacer entonces? ¿Dejo de decirle que no se vaya con extraños?

No. Yo creo que hay que seguir diciéndoselo, incluso todos los días si os parece oportuno, pero no viéndolo como una herramienta para afrontar el presente sino más bien como una inversión de cara al futuro, como una semilla que regamos y que  tarde o temprano germinará.

Mientras tanto, sólo nos queda una manera de proceder: aproximadamente hasta la pre-adolescencia (la etapa del desarrollo en la que más cambios se producen en la corteza prefrontal) en cualquier situación potencialmente peligrosa para tu hijo, sencillamente no le quites el ojo de encima.

Al igual que no les exigimos determinados comportamientos que por puro sentido común son inapropiados para su edad, tampoco deberíamos exigirles que con 7 años tomen decisiones y tengan capacidad para prever las consecuencias de sus actos. Aún no. Aún son pequeños y aún es nuestra responsabilidad mantenerlos a salvo. Aunque lo que más nos apetezca sea chatear con el móvil o charlar con unas amigas mientras nuestro hijo juega en un parque atestado de gente…

Es bastante más efectivo emplear nuestro tiempo y energía en  detectar esas situaciones potencialmente peligrosas para nuestros hijos  y tratar de solventarlas que malgastar saliva sermoneándoles sobre todo lo que es peligroso para ellos.

 

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

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