Normas y límites, ¿sabes la diferencia?

-Hasta que no termines la comida, no hay postre.

-Hay que ponerse el cinturón de seguridad en el coche.

-Después de jugar hay que recoger los juguetes.

-No se mete la mano en los enchufes.

-Hasta que no termines los deberes ,no puedes ver la televisión.

-No se pega a nadie.

A primera vista, esas frases que acabas de leer son normas o límites que cualquier padre podría imponer a sus hijos. Todo suena bastante razonable. Pero fíjate bien. Hay alguna diferencia entre ellas. Unas frases son normas y otras, límites.

Normalmente, los padres, tratamos las normas y los límites como si fueron lo mismo. Yo me pregunto si esta no será la causa de muchas discusiones y conflictos familiares y de que a muchos padres les cueste tanto que sus hijos obedezcan.

Los límites, son todas aquellas líneas rojas que no se pueden cruzar jamás. No hay situaciones excepcionales. Para que nos entendamos, son todas esas cosas que comprometen la seguridad de nuestros hijos, su alimentación, su salud y sus relaciones sociales sanas y respetuosas. Los límites son innegociables, no admiten discusión.  De la lista que puse al principio serían por ejemplo: “Hay que ponerse el cinturón de seguridad en el coche, no se  mete la mano en el enchufe, no se pega a nadie.”

¿Cómo expresamos a nuestros hijos esos límites? Generalmente lo hacemos con contundencia. Podemos explicarles o no los motivos (según la edad del niño), pero si os ponéis en esa situación por un momento, os daréis cuenta de que por lo general lo hacemos con firmeza, dejando claro con nuestro tono de voz, nuestra mirada, nuestros gestos  y las palabras que elegimos, que no hay negociación posible. Si lo hacemos así, lo normal es que nuestros hijos acepten los límites que les marcamos, aunque no les gusten.

Las normas, regulan la convivencia y marcan la organización de una familia. Más que limitar, lo que hacen es reglamentar y se refieren a conductas, no a líneas rojas inquebrantables. Por supuesto que las normas no pueden estar en contradicción con los límites, pero la diferencia con estos es que las normas sí permiten la negociación. Son más flexibles. Si un día no se cumplen, no estaremos a poniendo en riesgo la integridad de nadie. Las normas se pueden negociar. Es más, yo diría que se deben negociar cuando la edad del niño lo permita porque en ese proceso de negociación se genera un espacio de comunicación en la familia que enriquece mucho nuestra relación. Negociar es simplemente escuchar la opinión y los sentimientos de nuestros hijos. No quiere decir que vayamos a cambiar una norma sólo por escuchar su opinión.

La mayoría de las veces estamos tan interesados en que nuestros hijos nos obedezcan, que expresamos las normas con tanta firmeza que parece un límite. Para nosotros es evidente la diferencia entre lo que compromete la integridad de nuestro hijo (límite)  y lo que no (norma)…lo que es innegociable (límite) y lo que es negociable (norma), pero para ellos no hay diferencia. Para ellos, normas y límites son la misma cosa porque los han escuchado igual de nuestra boca.

¿Qué pasa cuando nos trasladamos a la vida real?… Porque el día a día, nos demuestra que hay múltiples situaciones en las que somos flexibles con una norma.

Por ejemplo. En nuestra casa existe la norma de que no se ve la televisión hasta que se terminen los deberes. La norma se cumple siempre a rajatabla…hasta que un día, nuestro hijo de 8 años, tiene demasiados deberes. Se pasa la tarde estudiando y tú te das cuenta del esfuerzo que está haciendo. Aun así, el pobre, no termina todas las tareas a tiempo. Imagínate que ese día, su equipo de fútbol favorito juega la final de la Copa de Europa y él está entusiasmado por ver el partido. Tú, decides hacer una excepción y le dejas verlo.

Tu hijo ha recibido un mensaje claro: cualquier cosa que me ordenen mis padres ( tanto las normas como los límites porque recordemos que para él es lo mismo)  sí se pueden negociar.

Vaya lío ¿no? Porque antes habíamos quedado en que los límites, en cuanto que son líneas rojas que comprometen la integridad de nuestros hijos,  son innegociables. Pues si, es un lio… por eso creo que esta es una de las causas de muchísimos de los conflictos que se crean en las familias.

Yo te propongo que te tomes tu tiempo para explicar a tus hijos la diferencia entre ambos y así evitar conflictos innecesarios. Es fácil: los límites son líneas rojas innegociables. Las normas regulan la convivencia y se pueden cambiar, flexibilizar y adaptar a las circunstancias.

Límites como  tal ponles todos los que consideres necesarios. Dependiendo de la edad puedes tratar de explicarlos o no. Pero exprésalos siempre con firmeza. Busca una palabra o una señal que les ayude a identificarlo; una luz roja, una señal de prohibido, una equis

En cuanto a las normas, pon las mínimas imprescindibles y cuanto más precisas y específicas mejor. Explícales para qué son. Utiliza palabras adaptadas a su edad  (por ejemplo, para que la casa no sea un caos, para que todos podamos descansar etc…) Explícale que habrá situaciones en las que se pueda hacer una excepción. Pregúntales su opinión. Demuéstrale que te importa lo que piensa. Ábrete a la posibilidad de flexibilizar las normas. Verás cómo al hacer a tu hijo partícipe de la elaboración de las normas, será mucho más receptivo a la hora de cumplirlas y lo mejor, es que  habrás generado un espacio de conexión con él.

¡Mucho ánimo!

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

 

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