Cuando nos cuesta que colaboren en casa

-Fíjate qué curioso: ahora,  a mi hija le ha dado por escribirme notitas para todo. Que si puedo hacer esto o lo otro, que si perdón por portarse mal…vamos, que a todo le da formato notita.  ¿Tú crees que les han dicho algo en el colegio?

Eso es lo que me comentó hace unas semanas el padre de una amiga de mi hija.

-Ay pues no lo sé, le contesté yo.  Pero la mía lo hace también desde hace tiempo. Desde que aprendió a escribir, creo.

Entonces me vino a la cabeza un capítulo de un conocido libro sobre educación en el que las autoras hacen referencia precisamente a las notitas. Es un libro que leo y releo y utilizo mucho para mis artículos y mis talleres para padres, pero he de reconocer que la parte de las notas  me la suelo saltar. Así que el comentario de ese padre fue como una señal. En cuanto tuve un rato cogí el libro y lo abrí por la página correspondiente.

El tema forma parte de un capítulo sobre la manera de conseguir colaboración en casa y favorecer la buena comunicación con nuestros hijos en asuntos cotidianos y del día a día. Pequeñas faltas de colaboración de nuestros hijos que por sí solas no tienen una gran importancia, pero que sostenidas en el tiempo pueden contribuir a generar discusiones y mal ambiente en casa. ¿Cuántas veces tienes que repetir a tus hijos  la misma cosa para que finalmente no hagan lo que les dices  o si lo hacen sea con mala cara y a disgusto?

Es agotador ¿verdad? Es curioso porque como padres, no nos damos cuenta de que para nuestros hijos también es agotador escuchar una y otra vez los mismos sermones sobre las mismas cosas, que además para ellos carecen de la más mínima importancia.

Si este es tu caso, Igual ha llegado el momento de cambiar de estrategia, de buscar otras maneras de conseguir que nuestros hijos hagan lo que esperamos de ellos sin enfadarnos y sin generar mal ambiente en casa.

Voy a explicarlo con un ejemplo:

Imagina que tu hija de 11 años entrena en el equipo de natación del colegio y, como es normal,  llega a casa cada tarde con sus cosas mojadas en la mochila: traje de baño, chanclas, gorro, gafas, toalla etc. Tú estás aburrida de decirle una y otra vez que lo primero que tiene que hacer al llegar es sacarlo todo de la mochila y ponerlo a secar. Hay múltiples razones para ello: que la ropa mojada se estropea, que si no se seca no la tendrá lista para el día siguiente, que ya tiene una edad (11 años) para acordarse ella sola. En fin, que tus sermones son siempre los mismos y el resultado también es el mismo: ocho de cada diez veces tu hija sigue sin recoger la mochila de natación salvo que tú se lo recuerdes…

Además sueles usar frases como “ya vas siendo mayorcita”, “eres una irresponsable”, “estoy harta de tener que decirte lo mismo cada día”, “vengo de trabajar, cansada y lo primero que me encuentro es tu mochila con todo mojado dentro en la entrada de casa”, “hija parece que lo haces para fastidiarme” ( si, si, a veces nos da por martirizarnos a nosotros mismos pensando que así vamos a conseguir algo…y no sirve de nada)

La mayoría de las veces consigues que tu hija deje de hacer lo que estaba haciendo y recoja la mochila, pero… ¿a qué precio? Porque no es agradable ver que tus hijos hacen las cosas refunfuñando, poniendo malas caras y dándote alguna contestación tipo “mamá qué pesada, siempre con lo mismo”, “es que nunca me dejas merendar tranquila”.

La buena noticia es que hay otras maneras de decir las cosas y que suelen tener efectos muy positivos en los niños. La mala noticia es que para que funcione, te lo vas a tener que currar tú.

Te voy a contar las tres herramientas que, por mi experiencia, creo que funcionan mejor.

-En vez de acusar, amenazar y dar órdenes… simplemente describe lo que ves. Cambia esos comentarios tan hirientes  (“hay que ver qué desordenada eres, que irresponsable, siempre igual, recógelo ahora mismo” etc…) por una sencilla descripción de lo que ves. Sería algo así: “Hola cariño, veo que tu mochila con tus cosas de natación está sin recoger”.  Al decirle esa frase evitas todas esas etiquetas, acusaciones y comentarios negativos sobre ella y le das la oportunidad de tomar la decisión de recoger la mochila por sí misma.

-En vez de sermonear con todas tus razones (de adulto) por las que crees que la mochila no debería está ahí demasiado tiempo…prueba a decirle una sola palabra. Cambia esos largos sermones por una mirada de complicidad, una sonrisa y una sola palabra: mochila. Sin críticas, ni acusaciones, ni largas charlas que aburren hasta a las piedras. Elige una sola palabra que resuma lo que esperas de ella.

-En vez de recalcar lo cansada que estás de repetir lo mismo cada día…díselo con una nota. Es un recurso en el que además puedes utilizar el humor. En el caso que nos está sirviendo de ejemplo, yo pondría este cartelito en el lugar donde mi hija deja la mochila cada tarde:

“Por favor, no me dejes aquí tirada demasiado tiempo, que el suelo está frío y no me gusta estar mojada. Atentamente, tu mochila.”

Como ves, son otras maneras de pedirles las cosas. No siempre funcionan, pero son alternativas que apelan a la inteligencia, la iniciativa y la responsabilidad de tus hijos y que te pueden ayudar a conseguir lo que buscas: que hagan las cosas sin protestar (demasiado) y sin generar discusiones ni conflictos.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

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