La perversa espiral del victimismo

-¿No te quedas un rato más?

-Uy es que no puedo porque tengo que irme a casa pronto para hacer la cena,  que hoy tengo que darme prisa porque tengo muchas cosas que hacer y además tengo que ayudar a mi hijo con los deberes.

Era una conversación entre varias mujeres, tres amigas que se acababan de tomar un café en la mesa de al lado. Una de ellas pronunció esas palabras mientras se ponía el abrigo y parecía dispuesta a marcharse. En sus gestos y movimientos se notaba cierto agobio y estrés.

Me llamó muchísimo la atención la frase que acabo de transcribir. Reconozco que tengo un radar para detectar el victimismo.

-¿Te has fijado en cómo ha hablado?, le pregunté  a mi amiga, a la vez que señalaba con la cabeza a la mujer que ya salía por la puerta.

-¿Ehhh? Pues no… ¿A qué te refieres? ¿Ya estas con tus cosas?

El victimismo es uno de los grandes males de nuestro tiempo. En inteligencia emocional lo llamamos patrón de respuesta emocional, porque no es exactamente una emoción. Es más bien un estado emocional, una manera de estar, una actitud ante la vida. A las víctimas les suele pasar totalmente desapercibido este modo de estar en el mundo que tienen. Por eso es tan peligroso. Su capacidad de seducción es brutal. Las víctimas suelen vivir en una espiral perversa que no hace más que generar energía negativa. No se dan cuenta, y si alguna vez lo hacen, suelen pensar que esa es su manera de ser y que no pueden hacer nada para cambiarlo. Y claro que se puede cambiar. Porque el victimismo no es una manera de ser, sino de estar, el victimismo no habla de nuestra identidad sino de nuestros actos.

Por eso es importante saber cuáles son los síntomas. Así podremos poner atención y darnos cuenta de si actuamos como víctimas o no.  Una señal del victimismo que no suele fallar es la queja.

Las personas que están quejándose permanentemente de todo, suelen ser víctimas. Las víctimas son personas que se ven sobrepasadas  por las circunstancias. Se sienten prisioneras de lo que pasa a su alrededor. Se sienten con poca capacidad de intervenir. Intervenir no quiere decir cambiar el rumbo natural de las cosas, sino saber adaptarse a lo que hay y decidir conscientemente la actitud que uno quiere tener ante ese rumbo natural de las cosas. Lo contrario de víctima sería por tanto una persona protagonista de su vida, responsable, es decir, que tiene habilidad para responder y que lo hace de manera consciente.

Por ejemplo, el día de tu boda. Mes de junio y amanece lloviendo. El pronóstico es que va a estar todo el día lloviendo. ¿Cómo actuarías si fueras  una víctima? Probablemente lamentándote, quejándote y exagerando todo hasta el punto de llegar incluso a amargarte el día de tu propia boda. Utilizarías frases del tipo “qué horror, que malísima suerte, no sé cómo me ha podido pasar a mí algo así, el día de mi boda estropeado, qué desgracia…” Pensamientos  tan centrados en el problema, dejan muy poco margen para las soluciones y generan emociones muy negativas.

Pero, si en vez de víctima de las circunstancias fueras protagonista de tu vida, tu actitud sería totalmente distinta ente la misma situación. La lluvia seguiría cayendo, pero tú, en vez de lamentarte, te preguntarías ¿qué puedo hacer para solucionar esto? Efectivamente, no tienes el poder de detener la lluvia. Pero sí puedes elegir tener una actitud proactiva en la búsqueda de soluciones. Si te centras en cómo organizarlo todo para que los invitados disfruten de ese día a pesar de la lluvia, si te centras en las posibilidades de hacer que ese día sea especial para ti y para tus invitados a pesar de la lluvia, entonces, tus pensamientos van a enfocarse en las soluciones en vez de en el problema. Entonces, tus emociones no van a ser negativas porque vas a estar en actitud proactiva y creativa.

Por supuesto que hay hueco para un lamento…pero un protagonista no se queda demasiado tiempo en la queja. Enseguida pondrá el foco en las soluciones. Eso no va a conseguir que deje de llover, claro que no. Pero esa actitud, esa manera de enfrentarte a las cosas que suceden fuera de tu control, va a generarte pensamientos y emociones totalmente distintos a los que genera la actitud de la víctima.

Hay otras maneras de detectar un posible victimismo que pasan incluso más desapercibidas aún que la queja. Fíjate en cuántas veces al día dices o piensas   “tengo que…” parece una tontería ¿verdad?, una mera muletilla que no va a ningún lado, pero no lo es. Porque abusar del “tengo que” nos conecta automáticamente con la actitud de víctima, le da un cierto aire negativo a eso que vamos a hacer y nos convierte en rehenes de las circunstancias.  Si quieres salir de la espiral perversa del victimismo, mi propuesta es, en primer lugar ,que pongas atención a cuánto te quejas  a lo largo del día (de palabra y de pensamiento) y en segundo lugar, que pruebes a cambiar “el tengo que” por un “quiero”. Por ejemplo,  en vez de decir “tengo que ir a casa pronto para hacer la cena”  prueba a decir “quiero ir a casa pronto para hacer la cena”.  Una simple muletilla que te transforma de golpe y porrazo de víctima en protagonista y que genera emociones muy diferentes. Con la práctica te va saliendo automáticamente, vas escapando  de esa espiral de victimismo y te vas convirtiendo en gestor y protagonista de tu vida.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

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