Niños con autocontrol, adultos más felices

Seguro que, como padres, casi todos estamos de acuerdo en que no es bueno acostumbrar a nuestros niños a que tengan todo lo que quieren en el momento en que ellos quieren. Muchas veces no les concedemos sus deseos porque sencillamente no es viable.

-“Mamá hoy no quiero ir al cole”.

-“Espera que me lo piense….pues va a ser que……NO.”

Obviamente salvo que esté enfermo le diremos que no es posible, que tiene que ir al colegio. Ahí no hay discusión.

Pero ¿y en los asuntos en los que realmente no hay un motivo que justifique un NO?

Por ejemplo, hace unos días yo misma les dije a mis hijas que no podían pintar con las témperas en ese momento. Me inventé sobre la marcha una serie de justificaciones, pero la realidad es que a mí en ese momento, no me apetecía que manchurrearan todo. Se quedaron muy chafadas. Yo me sentí un poco culpable, pero en pocos minutos me estaba engañando a mí misma con el siguiente pensamientos :“Pues has hecho bien porque no es bueno que se acostumbren a tener todo lo que quieren cuando quieren… que luego me quejo de que se van a convertir en unas jovencitas consentidas.”

Efectivamente, ese pensamiento tan recurrente para mí y para muchísimos padres (según he podido comprobar con mis pesquisas) tiene una parte de verdad, o al menos hay estudios científicos que así lo demuestran. Y lo curioso, es que estos estudios no concluyen exactamente que este tipo de niños se convertirán en adultos consentidos y caprichosos sino, más bien, que serán adultos irresponsables, mal adaptados, con poco autocontrol y, en consecuencia, con menos éxito en general en su vida.

El estudio más conocido es el famoso experimento de las nubes de golosina, llevado a cabo por el psicólogo Walter Mischel de la Universidad de Stanford en los años 60. Seleccionó a niños de entre 4 y 6 años. Los dejó a solas en una habitación frente a una mesa en la que había un plato con una nube. Las instrucciones eran sencillas:

-Puedes coger la nube ahora, les decía. Pero si esperas 15 minutos sin comértela, después de ese tiempo te daré otra más.

El investigador abandonaba la sala y dejaba al niño a solas con la nube. Sólo un tercio de los niños fue capaz de aguantar los 15 minutos. Todos ellos, demostraron con sus gestos, su nerviosismo y el enorme esfuerzo de autocontrol que tuvieron que hacer. Algunos sudaban, daban saltitos y se movían en la silla e incluso llegaron a tocar la nube y juguetear con ella.

Lo más interesante de este estudio es que quince años después de ese experimento, los responsables de la investigación se pusieron en contacto con los padres de esos niños. Curiosamente, los niños que pudieron esperar a la segunda golosina habían tenido mejores notas a lo largo de toda su vida escolar. Según sus padres, eran jóvenes de fácil trato y responsables. Después del estudio de Mischel hubo otros parecidos, que no hicieron más que confirmar que a mayor capacidad de autocontrol durante la infancia, mayor será el  éxito académico, profesional y la integración social en la vida de adulto.

Pero claro, es una enorme paradoja porque, ¿cómo podemos exigir a nuestros hijos que tengan autocontrol si realmente la parte del cerebro de la que depende esta función ejecutiva,  no termina de desarrollarse hasta la vida adulta? A todas luces es injusto que les exijamos ese autocontrol. Sin embargo, ¿qué padres no quieren que sus hijos se conviertan en adultos responsables, y mental y emocionalmente equilibrados?

Una vez que hemos sabido, a través de tantos estudios científicos, que la capacidad de autocontrol en la niñez tiene tantísimas repercusiones en la edad adulta ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos a tener autocontrol sin dejar a la vez de respetar lo que son? 

Porque claro, no es cuestión de que nos volvamos locos y empecemos a entrenarles todos los días con pruebas como la de las nubes de golosina. Como siempre, lo primero es mantener la calma y poner mucha atención para detectar qué ocasiones del día a día son las más propicias para ir practicando con nuestros niños.

No hay que estudiar ninguna metodología para enseñarles. Es tan sencillo como acompañarles y darles espacio en esos momentos de frustración en los que no pueden tener  lo que quieren.

Imagina que  tu hijo está enfadado porque le has dicho que por la tarde vais a ir al chino a comprarle la cartulina morada que quiere. Pero resulta que él quiere ir AHORA. En un caso como este no sirve de nada malgastar saliva en hacerle entender tus explicaciones y justificaciones, porque no dejan de ser argumentos de adulto a los que los niños no atienden. En vez de eso, esfuérzate en ayudarle a pasar ese mal rato con tu comprensión y con tus palabras de ánimo (recuerda lo difícil que era para los niños del experimento mantener el autocontrol con las golosinas).

Puedes decirle frases como “claro, es normal, que te sientas fatal porque no puedes tener ahora tu cartulina morada. Debe ser muy importante para ti, al menos lo parece por cómo estás de enfadado. Mira, ahora mamá está haciendo la comida y no te puede llevar, pero esta tarde seguro que sacamos un rato para ir.”

De esta manera, estarás hablando a tu hijo en su idioma. Al ponerte a su nivel conectas con él y le haces sentirse comprendido. Lo normal (esto no es una ciencia exacta) es que su estado emocional tienda a la calma y que la pequeñísima parte racional de su cerebro, tome momentáneamente las riendas. Le estarás ayudando a entrenar el autocontrol y a comprender que la recompensa después de un esfuerzo (el esfuerzo para él en este caso es el de aguantar unas horas sin su cartulina) no siempre es  inmediata.

Seguro que, ejemplos como este, tienes varios al mes. Para los padres es incómodo.  No es agradable enfrentarnos a situaciones como esta. Pero, si en vez de enfadarte con tu hijo cuando ocurra algo así, te lo planteas como una oportunidad que te regala la vida para enseñarle autocontrol…entonces te parecerá mucho menos incómodo y estarás en el estado de ánimo adecuado para ayudar a tu hijo.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

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