Los hijos invisibles de los divorcios

La ruptura de una pareja es casi siempre un proceso doloroso. Mucho más cuando hay niños por medio. La mayor parte de la sociedad así lo ve y, por descontado, los propios afectados. Quizás por esto, muchas veces se normalizan y se justifican ciertas actitudes de los ex cónyuges, como enfados y comentarios ofensivos entre ellos, aunque estén los niños delante.

Estos son comportamientos que afectan negativamente a los niños, ahora veremos por qué.  En estos casos, el duelo de la pareja por la pérdida de la relación (con la tristeza, los enfados, frustraciones, resistencias y todo tipo de emociones negativas que puedan surgir en uno o los dos) parece que se antepone al propio duelo de los niños.

Muchas veces, estos niños, que también sufren por la pérdida de lo que hasta el divorcio ha sido su familia, se convierten en invisibles a ojos de sus padres.

Hace unas semanas pregunté con toda mi buena intención a una conocida que se acaba de divorciar qué tal están sus niños… y me contestó de manera un tanto impertinente:

-¿Los niños? Todo el mundo me pregunta por los niños… ¿y yo?  Pues yo fatal, muchas gracias.

-Pues sí, ya veo ya…

Me quedé un poco cortada, pero me puse rápidamente a investigar este tema.

¿Por qué en algunos casos ocurre esto? ¿Por qué muchos padres no se dan cuenta de que los niños también son parte implicada en un divorcio? ¿Por qué algunos utilizan a los niños como escudos o como armas contra sus ex parejas?

No hay nada como preguntar a alguien que trata con este tipo de situaciones a diario.

En mi caso fui a consultar a un psicólogo,  José González de Apertus psicólogos,  especializado, entre otras cosas, en mediación familiar.

Él me explicó que este tipo de problemas se producen porque uno de los dos cónyuges no ha sabido elaborar su propio proceso de duelo como hombre o como mujer y que una situación como esta puede llegar incluso a cronificarse. Es decir, uno de los dos no supera la ruptura, y esa frustración, que se puede materializar en críticas constantes a la ex pareja o descalificaciones,  se convierte en un modo de vida que inevitablemente salpica a los niños.

La solución, explica González, pasa por “hacer entender a estos padres dolidos, que tienen derecho a sentir emociones desagradables hacia su ex pareja: rabia, ira, envidia, culpa…pero que eso lo tienen que trabajar de manera individual para después poder ser más funcionales en los acuerdos a los que lleguen con la ex pareja para el cuidado de los hijos”

La clave está entonces a conseguir que estos padres se hagan conscientes de lo que está pasando, porque muchas veces las inercias y el piloto automático no nos permiten darnos cuenta de que en esa espiral de dolor por la pérdida de la pareja hay unos niños que también sufren.

Y los niños sufren porque necesitan mantener su vínculo con cada progenitor y necesitan mantenerlo intacto. Por eso, si estamos en proceso de divorcio o ya divorciados, nuestra obligación hacia nuestros hijos no debería ser sólo cuidar mi relación con ellos, sino cuidar y proteger también la relación que mis hijos tienen con su otro progenitor.

Cuando los padres entienden que el equilibrio psicoemocional de sus hijos depende en gran medida de esto, muchos de ellos hacen un click y son capaces de dejar sus diferencias con su ex pareja a un lado para centrarse en el bienestar de sus hijos.

Efectivamente, los niños son muy flexibles y se adaptan fácilmente a cualquier cambio de circunstancias…pero siempre y cuando ese cambio de circunstancias se haga de la manera que ellos necesitan. Y ellos necesitan una relación sana y fluida con cada uno de sus progenitores.

No necesitan saber los detalles de la ruptura de la relación de sus padres como pareja. No necesitan saber quién dejó a quien ni quién tomó la decisión. No necesitan conflictos de lealtad al escuchar insultos o desprecios de un progenitor hacia otro.

En realidad sólo necesitan sentirse visibles, sentirse parte del proceso  y tener la certeza de que, aunque las circunstancias vayan a cambiar, sus padres se van a ocupar de que el vínculo con cada uno de sus progenitores estará intacto tras el divorcio.

 

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

 

 

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