La química del miedo

De pequeña me enseñaron que tener miedo no es algo bueno. Digo yo que alguien me lo enseñaría, porque así lo aprendí: totalmente tergiversado y desprovisto de su valor.

Con el tiempo me he dado cuenta de que la mayoría de las personas percibe el miedo como yo. No es una creencia mía no, es un paradigma. Muy pocas personas hablan bien del miedo.

Tendríais que ver las caritas de mis alumnos de inteligencia emocional cuando llegamos a ese tema.

-Me encanta el miedo, es mi emoción favorita, les digo.

Y sus ojos parecen dar vueltas y vueltas, incluso salirse de sus órbitas. Se ríen a veces. Les incomoda. Piensan que estoy de broma. Pero no. Hablo muy en serio.

Cuando descubres cuál es el verdadero sentido del miedo y aprendes a gestionarlo se abren miles de posibilidades ante ti. Por eso me gusta tanto. Por eso me chirría tanto cuando oigo expresiones como “lo que tenemos ante esta situación es miedo”, como si fuera una crítica hacia los demás, como queriendo responsabilizar a los otros de ese miedo. Y el miedo no es eso, no. No tiene nada que ver con lo que los demás hacen sino con lo que tú no haces.

Últimamente lo oigo y lo leo mucho. En titulares de prensa, en rótulos en televisión, en boca de comentaristas de radio. El miedo aparece ahí representado como una emoción muy negativa que no queremos sentir.

Efectivamente, experimentamos  el miedo como un estado emocional negativo y nos quedamos ahí. La segunda parte, la de que nos activa para huir o defendernos de las situaciones que nos hacen sentir una amenaza, se nos olvida.

Pensemos en todo lo que la humanidad ha avanzado gracias al miedo. Imaginemos que el hombre de las cavernas no hubiera tenido miedo al mamut: No habría salido corriendo y el mamut habría terminado con él. Fin de la historia de la humanidad. O Igual sin ese miedo el hombre de las cavernas jamás habría desarrollado armas para matar al mamut. Jamás habría probado su carne fresca etc, etc…No sabemos lo que habría pasado, pero sí sabemos que el miedo nos sirvió para avanzar.

Las emociones están para ayudarnos en nuestra adaptación al medio en que vivimos. El miedo es importantísimo porque nos informa de que una situación nos resulta una amenaza y de que no tenemos recursos para enfrentarnos a ella. Nuestro cuerpo nos avisa con su propio lenguaje y lo sentimos. La química del miedo hace entre otras cosas que la tensión arterial aumente y los músculos se contraigan.

El cuerpo nos alerta y nos llena de energía para que nos pongamos a buscar esos recursos que necesitamos para encarar esa situación.

Ya que ahora no tenemos mamuts, Imaginemos un miedo más habitual en estos tiempos, por ejemplo, el miedo a no encontrar trabajo que sienten muchos jóvenes al terminar sus estudios. Ese miedo, bien gestionado, es muy saludable porque predispone al joven para la acción. Si no sintiera ese miedo, igual no movería ficha y se quedaría esperando en su casa a que alguien llamara a su puerta con un contrato indefinido. Muy adaptativo no sería ese miedo obviamente.  Ese miedo mal gestionado llevaría a ese joven a quedarse en casa, a no hacer nada por encontrar trabajo, a no hacer entrevistas ni seguir formándose. Con el tiempo podría sufrir un bloqueo, el miedo nunca desaparecería, se enquistaría y se transformaría, por ejemplo en ansiedad. Podría llegar incluso a tapar esa ansiedad con otra emoción como la tristeza y esa tristeza, también mantenida en el tiempo le podría conducir a una depresión. Como veis, el lío que se puede montar ahí dentro sólo por no haber sabido cómo gestionar el miedo inicial es considerable. Y nada raro, por cierto.

Cuando sientas miedo acuérdate de este esquema: Primero identifica la situación que te hace sentir miedo. Después pregúntate qué te falta para enfrentarte a ella. Acuérdate de que el miedo siempre se pone delante de ti y no te deja avanzar porque está para eso, porque lo que te está diciendo es que te des la vuelta y busques en otro lugar eso que necesitas. Verás cómo en el mismísimo momento en que te giras para buscar algún recurso, el miedo empieza a diluirse como un azucarillo. La tensión arterial vuelve a disminuir y los músculos empiezan a relajarse. La química del miedo desaparece.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

 

Add A Comment