Internet, niños y control de los padres

La semana pasada una noticia entre tantas, me sorprendió realmente. Varias organizaciones, una de ellas Save the Children, pidieron a la Fiscalía de Menores de Barcelona que inicie una investigación sobre una cuenta de YouTube protagonizada por dos niñas de seis y siete años.

Durante varias horas, me sumergí en el mundo digital de estas dos pequeñas. El canal en concreto tiene más de once millones de suscriptores y un centenar de vídeos colgados en los últimos tres años. En ellos podemos ver escenas  “cotidianas” de dos hermanas cuyas vidas, a juzgar por el contenido de los vídeos, pivota fundamentalmente sobre tres ejes: el consumismo exagerado, el culto por la estética y la reproducción de estereotipos de género.

Varias personas me hicieron el mismo comentario –“Aldara este es un tema para tu blog ¿eh?” –“A los padres de estas niñas deberían meterlos en cárcel”… me llegó a decir una amiga. –“Es una vergüenza.”

El ex defensor del menor de la Comunidad de Madrid, que ahora preside RecURRA-Ginso, un programa que da apoyo a familias en conflicto con sus hijos e hijas adolescentes, es uno de los que ha pedido a la fiscalía de menores que actúe de oficio sobre esta cuenta de YouTube. En alguna entrevista sobre este asunto, Javier Urra comentaba que el tema podía tratarse desde dos perspectivas diferentes:

En primer lugar, la de unos padres irresponsables, que desconocen los riesgos que tiene para el  desarrollo psicosocial de sus hijas fomentar este tipo de comportamientos, aunque sean sólo en la ficción. Porque, a las edades de las que hablamos, las niñas aún no tienen capacidad de distinguir entre ficción y realidad ni de hacer una valoración moral de sus actos.

En segundo lugar desde la perspectiva de unos padres que saben que todo lo relacionado con la infancia e internet “vende” y que no dudan en usar a sus propias hijas (instrumentalizarlas) para buscar el mayor beneficio económico posible.

Cualquiera de las dos perspectivas es alarmante y por supuesto digna de investigar. Sea lo que sea, esos padres tienen una gran responsabilidad (de la forma que sea) sobre lo que está ocurriendo con sus hijas.  Sin embargo, hay un dato en todo este asunto que a mí me llama muchísimo más la atención que la mera actuación irresponsable y negligente de esos padres.

Los once millones de suscriptores que tiene el canal de YouTube de estas niñas.

Porque claro, esos once millones de suscriptores digo yo que son también menores. Menores cuyos padres han autorizado a sus hijos a ver unos vídeos sin preguntarse si esos contenidos son adecuados por ellos… o peor, padres que no tienen ni idea de que sus hijos ven esos contenidos porque no ejercen ningún tipo de control sobre lo que sus hijos ven en internet.

Sí, he dicho control, no me he equivocado…

A alguno igual le sale sarpullido al escuchar esta palabra pero en los asuntos que tienen que ver con la seguridad física y psicológica de los niños, los progenitores debemos ejercer control con todas las letras.

Control de verdad, con firmeza…que en contra de lo que muchos creen no tiene nada que ver con la agresividad y la violencia y que no es incompatible con el cariño y el respeto.

Los padres debemos regular cuando hay que regular y prohibir cuando hay que prohibir.

Yo soy muy dada a las negociaciones con mis hijas…pero soy consciente de que no se puede negociar todo. Muchas veces pongo el ejemplo del cinturón de seguridad del coche porque creo que es bastante ilustrativo: Por mucho que mi hija de cuatro años se empeñe en no ponérselo no voy a dedicar ni dos segundos de mi tiempo a negociar con ella sobre ese asunto. No es NO cuando estamos hablando de la vida de nuestros hijos. A todo el mundo esto le parece bastante sensato ¿verdad?

¿Y si nuestro hijo de 15 años nos dijera que le dejemos el coche para darse una vuelta con sus amigos por el barrio?

Aunque el chaval  sea ya muy alto y llegue perfectamente a los pedales, aunque aparentemente esté preparado para conducir porque es muy responsable, a la mayoría nos parecería una irresponsabilidad y una insensatez darle permiso para hacerlo. Y seguro que, por muy defensores de la educación democrática que seamos no nos iba a temblar el pulso si tenemos que decirle un “ni hablar” un poco más alto de lo normal para que quede bien claro.

Pues el tema de ejercer nuestro control sobre los contenidos que nuestros hijos consumen en internet es igual. Debería responder a la sensatez y no a si mi estilo educativo es democrático o autoritario.

Así que lo que yo creo es que echar la culpa únicamente a los padres de estas dos niñas por fomentar y promover que sus hijas de seis y siete años tengan un canal de YouTube, es simplificar mucho el problema.

La responsabilidad es de todos nosotros… empezando por los padres de esos once millones de niños suscriptores del canal.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

 

 

Add A Comment