Educar sin gritar con un Rinoceronte Naranja
De las piscinas de mis alrededores llega el griterío de los niños jugando en el agua, chapoteando, evocando a Marco Polo, tirándose de cabeza, de bomba…Para mí es el sonido de los primeros días del verano. Un sonido que huele a cloro y a césped mojado y que sabe a vacaciones.
Y de entre todos esos gritos, estos días me llaman especialmente la atención los de algunos padres y madres que, sobrepasados por la situación, pierden la paciencia y gritan y amenazan a sus hijos. Y lo hacen sin ningún pudor. Ni siquiera por vergüenza rebajan el tono y el volumen. Parece que todo está permitido en verano…incluso perder el respeto a tus propios hijos.
“Que te he dicho que salgas del agua ahora mismo”.
“Ponte las chanclas de una vez o te quedas castigado sin bañarte más”.
Son algunas de las frases que escuché ayer. Dichas todas a “grito pelao” y en muy mal tono.
Y mientras escuchaba esos gritos, recordé que hace un año aproximadamente fue cuando oí hablar por primera vez de la técnica del Rinoceronte Naranja. El verano es tiempo de descanso y relax, pero también es la época del año en la que la mayoría de padres pasamos mucho más tiempo con nuestros hijos y por eso se multiplican las posibilidades de que se nos agote la paciencia y como consecuencia, perdamos los nervios.
El Rinoceronte Naranja es un reto. Lo creó una madre anónima estadounidense, consciente de que gritar era muchas veces una solución rápida y fácil, pero que la mayoría de las veces termina generando un enorme sentimiento de culpa. Además, ella, igual que cualquier otra madre, padre o educador, sabía perfectamente que gritar no sirve para educar ni para nada constructivo.
Esta madre se propuso no gritar a sus cuatro hijos durante un año completo. Creó un blog para compartir su experiencia con quien quisiera seguirla y allí fue desgranando sus consejos para conseguirlo.
El primero, tiene que ver con su propio compromiso ¿cómo consiguió no olvidarse de que estaba permanente en modo reto? Y de ahí surgió la idea de colorear al rinoceronte. Ella eligió el naranja porque le parecía enérgico y vital, pero al mismo tiempo cálido. Así que naranja se ponía un complemento cada día para estar permanentemente alerta.
Las propuestas de esta madre para evitar gritar a sus hijos son increíblemente sencillas. Yo las voy a resumir en tres, en el orden en que deberíamos aplicarlas para que el método funcione:
La primera es alejarnos del estímulo que nos genera el enfado y la frustración. Aunque en ese momento el cuerpo nos pida quedarnos ahí para gestionar la situación, lo mejor que podemos hacer en cuanto empecemos a sentir cómo el enfado se apodera de nuestro cuerpo y estamos a punto de estallar, es salir huyendo y liberando la tensión de otro modo, por ejemplo respirando profundamente o dándonos una carrera por la casa.
Hay veces en que esto no es posible, por ejemplo, si vamos viajando en el coche o estamos en la sala de espera del médico…en ese caso, la huida debería ser mental o verbal, es decir, hablando de otra cosa o cambiando nuestros pensamientos. Otra idea que se me está ocurriendo sobre la marcha podría ser llevar unos auriculares siempre en el bolso para poder tener un momento de desconexión escuchando música a todo volumen, por ejemplo.
Llegados a este punto, el siguiente paso sería un ejercicio mental que nos va a permitir relativizar el problema. Se trata de repetirnos una y otra vez que ellos son niños, que nosotros somos adultos y que no debemos ponernos a su nivel.
Ya desde la calma que nos han dado el primer y segundo paso podemos pasar al tercero y último: volver a la situación conflictiva que originó todo tu enfado, para poder gestionarla. Es como meternos de nuevo en la boca del lobo sí, pero muchas veces no nos quedará más remedio que hacerlo.
Para ello, esta madre creadora del Rinoceronte Naranja nos sugiere que recurramos al humor o al efecto sorpresa, haciendo o diciendo algo inesperado. Ella nos propone que nos dirijamos a nuestros hijos hablando como un robot, o haciendo como que hablamos en un idioma extraño, o simplemente cantando. Lo que elijas funcionará, siempre y cuando hayas conseguido hacer el primer y segundo paso de verdad, porque ahí es donde realmente está el quid de la cuestión.
Porque el Rinoceronte Naranja no deja de ser una técnica para aprender a desconectar el piloto automático.
Es más, yo personalmente creo que la clave de todo está en salir de la inercia, en aprender a observarnos a nosotros mismos y a detectar las señales que nos lanza nuestro cuerpo cuando empieza el enfado (se acelera el pulso, nos sube la temperatura corporal, nos entran sudores etc…) Ese es el único momento en el que podemos romper con el automatismo que generalmente nos lleva a pegar un grito como si esa fuera la única opción. Para esto, hace falta, una vez más, mucha atención.
Aldara Martitegui
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