Vamos a contar mentiras, tralará

Los padres de Leo se separaron cuando tenía 2 años. Ahora tiene 9. A pesar de que, tanto su madre como su padre tienen sus respectivas nuevas parejas, él sigue fantaseando con que algún día los tres volverán a ser una familia “normal”. Así es como llama Leo a las familias tradicionales.

Tanto lo desea, que muchas veces pasa largos ratos imaginando cómo sería esa vida. Por ejemplo, es capaz de ver, casi como si fuera real, a sus padres sentados juntos en las gradas del campo de fútbol viéndole jugar el último partido de la temporada. Se imagina a los tres yendo juntos a merendar tortitas con nata después del partido para celebrar el triunfo. La sola idea de estar en una cafetería los tres juntos como una familia “normal” le parece tan seductora que incluso le arranca una sonrisita.

Leo habla mucho con sus padres de la situación. Es un niño feliz. Efectivamente le encantaría que volvieran a estar juntos, pero ya con nueve años ha llegado a aceptar, después de tantas explicaciones de sus padres, que probablemente tengan razón y que lo mejor para todos es que estén separados.

Pero no por eso ha dejado de soñar, de imaginar, de fantasear…

Porque Leo sigue siendo un niño de 9 años y la magia sigue teniendo mucho protagonismo en su “mundo”.

Hace unas semanas, la madre de Leo recibió un mensaje de una amiga, la madre de un niño que juega al fútbol con su hijo.

“¡Enhorabuena, qué buena noticia! Me ha contado mi hijo que vuelves con tu ex. Leo está encantado, no me extraña. Me alegro mucho por los tres.”

Ese mismo día, al padre de Leo le llegó otro mensaje parecido del padre de otro niño de fútbol.

Vaya…

¿Por qué Leo habrá mentido?, pensaron los dos.

Sus padres creían que ese era un tema que Leo ya tenía superado, y ese fue el primer pensamiento que les vino a la cabeza tras leer esos mensajes. Normal. Estaban preocupados por él. Primero pensaron en la posibilidad de regañarle. Pero tuvieron sus dudas. ¿Y si a lo mejor su hijo, siete años después, seguía sin asumir la separación de sus padres? ¿Podría eso acarrearle problemas emocionales en un futuro?  ¿Es posible que el niño necesite algún tipo de ayuda profesional, como la de un psicólogo?

Muy comprensibles las dudas de los padres.

Pero a veces las cosas son mucho más sencillas de lo que nos parecen a los adultos.

Unos días antes de que Leo contara esa “mentira” a sus compañeros de equipo, había pasado lo siguiente:

Último partido de la temporada. Los padres de Leo coinciden allí y se sientan juntos en las gradas. No es la primera vez que lo hacen, ni mucho menos. Siempre han procurado estar los dos presentes en las cosas importantes de Leo. Ese día, el equipo de Leo pierde el partido, y para animarle, su madre le propone ir a merendar tortitas con nata. A Leo le parece una idea estupenda y pregunta; ¿Papá vienes tú también?

Su padre contesta que sí, y en pocos minutos ahí están los tres. Sentados en una terracita y merendando tortitas con nata…como una familia “normal”. En la cabecita de Leo ya no hay lugar para la magia. Ahora lo que antes era una fantasía se hace realidad. No distingue.

Por eso, cuando Leo cuenta a sus amigos que sus padres están juntos otra vez, no está mintiendo. Simplemente está razonando de manera transductiva, es decir, de lo particular a lo particular y por eso comete errores.

Este podría haber sido su proceso de razonamiento transductivo:

1-Normalmente en la cafetería suelo a ver a otros niños junto a sus madres y padres porque son familias “normales”.

2-Ayer estuve en la cafetería con mi madre y mi padre, los tres juntos.

3-De modo que si ya por fin somos una familia “normal”, es porque mis padres están juntos.

Ya lo sé.

Desde la lógica de adulto este razonamiento no tiene ni pies de cabeza. Pero no por eso podemos etiquetar a ese niño de mentiroso. Una mentira esconde el propósito de engañar y Leo no quería engañar a nadie. Sólo transformó un deseo en pensamiento y, después de vivir una experiencia muy similar, transformó ese pensamiento en palabras.

Pero eso no es mentir.

Vale, todo esto está muy bien, pero… ¿Qué hacemos en un caso como este? ¿Y si nuestro hijo va diciendo “mentiras por ahí? ¿Cómo no le voy a decir que no las diga?

El punto está en no obsesionarnos con evitar que nuestros hijos fantaseen. Mientras sean niños lo van a hacer…de hecho lo tienen que hacer. Es importante que entendamos que el tiempo les hará madurar y que perderán esa tendencia natural a imaginar y soñar. Además, el hecho de que Leo fantasee con que sus padres están juntos, no quiere decir que no haya superado la ruptura. Nada que ver con eso.

Así que una buena manera de guiar a nuestros hijos en situaciones como la de Leo, sería simplemente seguir estos dos pasos:

Primero, decirle que es totalmente normal que desee tanto una cosa que en algunos momentos crea incluso que es real. Demostrarle que le entendemos.

Segundo, explicarle que se ha equivocado y ayudarle a ver por qué. Por ejemplo, simplemente recordándole que mamá sigue viviendo en una casa y papá en otra.

Pero nunca, nunca, debemos acusar de mentir a un niño que simplemente fantasea….porque recuerda el caso de Leo: en realidad él nunca mintió, simplemente se equivocó.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

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