Claves para conseguir eso que tanto quieres

Me encontré hace un año con una amiga de mi época de la universidad que vive en Sevilla. Nos pusimos a charlar tranquilamente y le pregunté qué hacía en Madrid, si estaba aquí por trabajo. Me contestó que había venido para hablar con el Director de su empresa, ya que la sede central está en Madrid.

-Es que necesito un cambio, y le he dicho que me pongo a su disposición para cualquier cambio que él vea factible porque no puedo más, no soporto más en mi puesto.

-Ah, dije yo, ¿y qué es lo que te gustaría hacer?

Me estuvo contando (no os voy a aburrir con los detalles) en qué consistía su trabajo y por qué estaba harta. Pero no supo decirme qué quería. Le daba igual, estaba dispuesta a venirse a vivir a Madrid o a cualquier cosa con tal de dejar ese puesto en Sevilla.

-Le he dicho que lo he pensado mucho y que tengo claro que necesito un cambio ya.

Me lo decía con una sonrisa resplandeciente, con muchísimo orgullo de haber tenido la iniciativa de hablar con él. Además estaba bastante satisfecha porque su jefe le había dicho que tendría en cuenta su petición. Punto. Nada más le dijo.

Y ella tan contenta.

Ojalá tenga suerte, pensé.

Como nos quedamos con nuestros contactos quedamos en hablar más adelante. Pasaron los meses y el jefe no daba señales de vida. Yo le preguntaba de vez en cuando pero nunca había noticias. A ella le daba apuro volver a preguntarle. Y mientras se montaba sus películas para justificar la tardanza de su jefe, seguía sufriendo en un puesto de trabajo que aborrecía.

Imagino su frustración. Con lo que a ella le había costado tomar la decisión de ir a Madrid a hablar con él en persona. Ella pensaba que con eso valía, que su jefe sólo con ver sus ganas de cambiar de puesto iba a buscarle un hueco en otro sitio.

No tengo ni idea de por qué 8 meses después su jefe no había encontrado otro puesto para ella. Pero me atrevo a decir que tuvo mucho que ver con la manera en que ella le pidió el cambio: ella pensó que se lo estaba poniendo muy fácil con su “cualquier cosa me vale”, pero lo más probable es que fuera precisamente lo contrario. Si no, trata de ponerte en el lugar de ese jefe por un momento. O simplemente imagínate que alguien (tu hijo, un amigo, un compañero de trabajo, tu pareja, un familiar, quien sea) te pide que cambies algo (de la casa, de la cocina, de vuestra relación, de lo que sea), que le da igual qué cambio hagas pero que hagas “algo” porque él o ella siente que necesita un cambio.

¿Cómo te quedas?

No sé tu, pero yo desde luego me quedo como estaba. Vamos que si no me insisten demasiado, la petición de cambiar “algo” se me ha olvidado en un par de horas como mucho. Y si en el momento en que me lo piden estoy muy liada con otras cosas que me preocupan mucho, es probable que se me olvide para siempre.

¿Por qué pasa esto? Por lo mismo que no nos sirve de nada tener el mapa más detallado del planeta y el mejor equipo de explorador del mundo si no sabemos a dónde queremos llegar. Te puedes pasar horas mirando el mapa, pero si no fijas un destino, te aseguro que no te empiezas a mover.

Al jefe de mi amiga le faltaba conocer ese destino. Saber a dónde quería ella llegar. No digo que fuera esa la única causa, pero estoy segura de que si ella hubiera ido a esa reunión con las cosas claras, con una petición específica, concisa y realista es más probable que su jefe hubiera contestado antes de 8 meses… aunque fuera una respuesta negativa.

Cuando quieras “algo” acuérdate de esto: Evita imprecisiones. Explica qué quieres, cómo lo quieres, cuándo lo quieres. Pónselo fácil.Tendrás muchas más posibilidades de conseguirlo.

 

Aldara Martitegui

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