Aprendiendo a enfadarnos

Para mí, sin duda, el enfado es la emoción más difícil de gestionar. Y no me refiero al enfado de los niños, sino más bien al nuestro, al de los adultos. Aprender a gestionar esa rabia que a veces se apodera de nosotros y nos lleva a castigar, gritar, amenazar o simplemente hablar mal a nuestros hijos, debería ser obligatorio para todos los padres. Ser inteligente emocionalmente empieza por aprender a reconocer e identificar las emociones. La gestión emocional es la segunda parte. Si no nos sabemos la lección uno (qué son las emociones) difícilmente aprenderemos a gestionarlas.

El enfado, también conocida como ira o rabia, es una de las emociones básicas descritas por el psicólogo estadounidense Paul Eckman en los años 80.  Las llamamos básicas porque son emociones intrínsecas al ser humano. Es decir todos nacemos con ellas, de hecho, Eckman encontró una expresión facial para el enfado común a todas las culturas.

Todas las emociones básicas son imprescindibles para el ser humano: para nuestra adaptación al entorno y para garantizarnos nuestra supervivencia. Por eso, todas las emociones básicas tienen una manifestación particular en nuestro cuerpo que es más o menos la misma en todos nosotros. El enfado nos llena de energía para actuar. Generalmente se nos acelera el pulso y notamos cómo el calor sube por el cuello hacia la cara. El riego sanguíneo se concentra en la cara y en los brazos. Parece que esta manifestación corporal nos predispone para defendernos de algo ¿verdad? Por eso se dice que el enfado tiene que ver con nuestros límites. Cuando alguien traspasa nuestras líneas rojas, nos enfadamos. De modo que el enfado tiene una función de defensa, de reafirmación del yo, de supervivencia al fin y al cabo.

El enfado no tiene nada malo, al contrario. Es, como todas, una emoción adaptativa. El problema es que en el siglo XXI no es muy probable que otro cavernícola trate de quitarnos nuestra cueva…una situación  para la que a nuestros antepasados les venía muy bien toda esa energía que nos aporta el enfado. Ahora un comportamiento agresivo o violento como pegar, gritar o morder a quien sobrepasa nuestros límites es bastante poco adaptativo. Pero nuestro cuerpo reacciona igual ahora, en el año 2018,  que en la prehistoria. Exactamente Igual.

Si alguien traspasa mis límites, mis líneas rojas, es natural que me enfade. Es natural y es bueno. Tratar de cambiar eso sólo me generará sufrimiento.

Entonces, si el enfado es tan bueno y tan adaptativo, ¿por qué tiene esa mala fama?, ¿por qué les decimos a nuestros hijos que no se enfaden?, ¿por qué nos incomoda que alguien de nuestro entorne se enfade?

Esto se debe a que generalmente relacionamos el enfado con conductas agresivas e incluso violentas asociadas, como gritar o pegar. Pero el enfado no es eso. Gritar o pegar son sólo manifestaciones del enfado, no son el enfado en sí mismo.

Como decía al principio, el enfado, es para mí la emoción más difícil de gestionar, porque si por mi naturaleza, el cuerpo se llena de energía y me predispone para dar mamporros cuando alguien me toca las narices… ¿qué hago con esa energía?, ¿hacia dónde la canalizo? Difícil.

Hay muchas técnicas que ayudan,  pero si os tuviera que recomendar sólo una, os diría que retirarnos cuanto antes del estímulo que nos ha generado el enfado es la más efectiva.  Respirar hondo unas cuantas veces para rebajar la tensión del cuerpo, a mí también me funciona.

Luchar contra lo que nos pide el cuerpo requiere un alto grado de conciencia emocional y autocontrol. Pero es mucho más fácil combatir esa tendencia hacia las conductas poco adaptativas a las que nos arrastra el enfado, si sabemos en qué consiste esa emoción y estamos alertas cuando nuestro cuerpo nos da las primeras señales  (calor, pulso acelerado). Así podremos retirarnos cuanto antes del estímulo y respirar hondo evitando que nos lleve a un nivel mayor.

Sólo el hecho de poner un poco de luz a nuestro universo emocional (qué son las emociones y para qué sirven) ayuda mucho a la hora de aprender a gestionarlas.

Estos son los cuatro puntos que sirven de resumen:

1-El enfado es una emoción que salta cuando sentimos que alguien o algo sobrepasa mis líneas rojas, mis límites. Está ahí para informarnos de que algo debemos hacer al respecto. No trates de taparlo, mejor escúchalo.

2-El enfado es una respuesta neurofisiológica y como tal tiene una manifestación en el cuerpo: nos llena de energía, por eso sentimos ganas de gritar o de pegar.

3-Aprender a gestionar el enfado no tiene que ver con aprender a no enfadarme sino con aprender a canalizar esa energía hacia conductas que no sean agresivas ni violentas. Desgraciadamente no podemos elegir lo que sentimos.

4-Como el enfado tiene que ver con mis límites, también se puede trabajar desde un punto de vista cognitivo. ¿Soy una persona que se enfada demasiado a menudo?, ¿la gente de mi alrededor me suele decir que soy un poco irascible?, ¿tengo la sensación de estar permanentemente enfadado con mis hijos?, en ese caso igual me vendría bien replantearme esos límites y líneas rojas… y preguntarme dónde está mi umbral del enfado.

 

 

Aldara Martitegui

 

 

 

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