Sobre los propósitos para el nuevo curso

Son las típicas frases que se oyen estos días por todos lados: -”Qué pereza volver de vacaciones, otra vez  a la rutina a los atascos, ¡qué rollo!, estoy muy de bajón…”

Es normal, nos pasa a la mayoría después de las vacaciones. ¿Y qué me decís de ese listado interminable de buenos propósitos que nos marcamos para el nuevo curso?

-“Este año voy a hacer deporte, voy a matricularme en un curso de idiomas, voy a leer más, voy a hacer más planes para salir los fines de semana.”  En fin que me atrevo a decir que habrá al menos un par de estos buenos propósitos por cada ser humano que vuelva estos días de vacaciones. Hoy precisamente me preguntaba por qué seguiremos haciendo estas listas de propósitos si sabemos que en la mayoría de los casos no los vamos a cumplir.

La respuesta creo que tiene que ver con la naturaleza misma del ser humano y nuestra necesidad de crecer, de avanzar, de movernos. En el fondo sabemos que para movernos necesitamos sentirnos motivados para ello, por eso nos ponemos esos objetivos tan molones. Creemos que cuanto más atractivos sean, más seducidos nos veremos por ellos y más fácil nos resultará iniciar el camino para conseguirlos. Y así es.

Pero entonces ¿dónde está la trampa? ¿por qué si son tan molones nuestros objetivos, casi nunca los cumplimos y nos sorprendemos a nosotros mismos año tras año redactando la misma lista de propósitos a la vuelta de vacaciones?

Lo voy a intentar explicar:
La motivación es un proceso, y como tal necesita un motor de arranque que nos impulse a comenzar y mantener una conducta determinada. Ese motor de arranque, no es más que el deseo de lograr un objetivo o de satisfacer una necesidad.

Por eso, si hay un fallo en el objetivo (por ejemplo,el fallo puede estar sencillamente en la manera en que enunciamos ese objetivo) es muy probable que el motor directamente ni siquiera arranque, que no se produzca el chispazo que nos haga mover ficha. Y es ahí cuando experimentamos falta de energía, desazón, apatía, en resumen: la desmotivación que año tras año nos lleva a claudicar.

Por suerte hay solución para todo, y en la búsqueda de la famosa motivación hay una herramienta que realmente funciona si tienes en cuenta estas ideas:

De nada sirve que nos digan o nos impongan qué es lo que nos tiene que motivar. La motivación nace de dentro de uno mismo. Una metáfora muy buena que explica esta realidad se la oí al doctor Mario Alonso Puig en una conferencia: Imagina que te encanta el chocolate. Sólo pensar en chocolate te motiva muchísimo, aunque en realidad no sabes por qué. Ahora imagina que te digo que te olvides del chocolate porque lo que te tiene que gustar son los cacahuetes. ¿Cómo te quedas? ¿Quién soy yo (un agente externo) para decirte que te tienen que gustar los cacahuetes? pues lo mismo pasa cuando en otros ámbitos de la vida intentamos motivarnos con cosas externas a nosotros. Por ejemplo, esto ocurre cuando hacemos las cosas por gustar a los demás, por mantener un estatus determinado o por el famoso “qué dirán”.

La motivación nace de uno mismo y por eso para aprender a motivarnos hay que empezar por la lección 1: autoconocimiento. Aquí tenemos la herramienta por excelencia de la que os hablaba antes.

Si no sé quién soy, ¿cómo voy a saber qué es lo que me motiva? nuestra fuente de motivación está dentro de cada uno de nosotros, por eso hay que buscar ahí dentro y no parar hasta dar con ella porque estar está. Muchos se pasan la vida buscando en el sitio equivocado y como consecuencia marcándose objetivos que realmente no desean. Por eso nunca los consiguen, porque no hay motivación para ponerse manos a la obra.  Por eso repetimos la misma lista de propósitos año tras año y volvemos a caer en el mismo bucle.

Mi propuesta de esta semana es muy sencilla: es una invitación a que antes de bombardear a tu cerebro con propósitos inespecíficos e inalcanzables para el nuevo curso, te pares y mires dentro de ti y empieces a preguntarte quién eres en realidad, qué quieres, qué te gustaría conseguir realmente. Cuando lo tengas claro escribe en un papel uno o dos objetivos como mucho y luego pregúntate ¿para qué quiero conseguir ese objetivo? En la respuesta a esa pregunta está la clave de todo. Ahí sabrás realmente si tu motivación viene de dentro o no, si tu motor de arranque está listo para iniciar la marcha y esta vez sí, llegar hasta el final.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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