El efecto en ti de la educación respetuosa

Llevo ya varios años poniendo en práctica la conocida como educación respetuosa. Leí mucho y hablé con muchos expertos sobre los beneficios que podía a aportar a mis hijas este tipo de educación y la verdad es que esos argumentos me convencieron y me animaron a empezar.

He de reconocer que me sonó a perogrullada cuando oí el término por primer vez: “educación respetuosa”… pues claro!, no podía pensar que hasta entonces yo no hubiera educado a mis hijas con respeto. De hecho, me pareció hasta insultante que alguien pusiera en duda que yo estuviera educando con respeto a mis hijas. Pero claro cuando te pones a indagar en qué es exactamente esta corriente educativa entiendes a qué se refiere ese “respeto”.

Educar con respeto es tratar a tus hijos respetando lo que son; niños. Este es básicamente el titular que lo explica todo. Parece sencillo, pero piénsalo por un momento a ver si realmente lo estás haciendo así.

Este ejemplo igual te ayuda: Ayer viví una escena típica de mi familia a la hora de la cena: Mi hija de tres años dio un golpe a su vaso y el agua se desparramó por toda la mesa. Se mojó el mantel, la servilleta, el agua chorreaba por todos lados y le cayó encima a ella ;  Pijama y silla empapados. No es para nada la primera vez que pasa, de hecho, es bastante habitual y siempre tratamos de acordarnos de llenarle el vaso sólo un tercio para que si ocurre el temido “accidente” no se lie muy gorda.

Hace unos años sé que hubiera soltado algún grito, que me hubiera enfadado con ella, que le hubiera regañado generando un estado de ánimo muy negativo en casa, pero lo peor de todo, es que yo me habría sentido muy frustrada y desesperada. Por mi mente habrían pasado pensamientos del tipo “es que no lo entiendo, mira que le digo que tenga cuidado con el dichoso vaso, esta niña no presta atención, no me hace caso, va a acabar con mi paciencia, no va aprender nunca etc…” Hace unos años me habría sentido fatal, no sólo culpable por haber regañado y gritado a mi hija sino también por mi impotencia al comprobar que la niña no aprende por mucho que le diga que tenga cuidado con el vaso.

Pero lo que pasó ayer en mi casa fue lo siguiente: La niña tiró el vaso de agua mientras yo estaba de espaldas en la cocina. Me di cuenta porque de repente se hizo el silencio y al cabo de unos segundos oí una vocecita muy dulce:

-Ay mami…que desastre…

En ese momento ya me imaginé lo que había pasado y me acerqué a la mesa.

-Ay ay ay que desastre si, ahora vamos a recoger esto entre las dos ¿vale?

A mi francamente en ese momento, no me apetecía nada ponerme a recoger el agua por enésima vez en lo que va de mes, pero no hubo gritos, no hubo enfados ni castigos. Mis pensamientos sobre lo ocurrido no me llevaron a la frustración ni a la desesperación sino todo lo contrario: “tiene 3 años, todavía es torpona en sus movimientos, a veces no coge el vaso con las dos manos y se le cae. Es totalmente normal, está aprendiendo. Por muchas veces que le diga que tenga cuidado ella tiene la atención en otras cosas mucho más interesantes para ella y para cualquier niña de su edad, porque es una niña”.

Eso es educar con respeto. Con respeto hacia tus hijos porque comprendes y aceptas quienes son y cómo son y les exiges conforme a eso, no conforme a lo que tú quieres que sean. Y todo eso es estupendo para el niño, para su desarrollo emocional y para su autoestima, pero lo mejor de todo es que es brutal el efecto que tiene en ti como padre o madre. Aceptar que hay cosas que no puedes controlar es un paso importantísimo para acabar con el sentimiento de frustración permanente con el que vivimos muchos padres. Así que, si quieres empezar a experimentar en la educación respetuosa ya sabes, lo digo siempre, el laboratorio lo tienes en casa.

 

Aldara Martitegui

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