Sobre niños y telediarios

Los trayectos matinales de casa al colegio últimamente dan para mucho, y eso que si no hay demasiado tráfico tardamos apenas 4 minutos en coche. Un buen día, en uno de esos trayectos, mi hija mayor empezó a hablar de Puigdemont porque había oído algunas cosas sobre él en el cole y se quejó.

-Es que mamá, me dijo, no sé por qué no me dejas nunca ver las noticias en la tele.

-Pueeees, ehhhhhh, contesté yo, titubeando.

La verdad es que en ese instante me di cuenta de que no tenía una respuesta que sonara convincente. Me vinieron muchísimas cosas a la cabeza pero no me vi capaz de construir ni una frase con pies y cabeza. Salí de la situación como pude con un recurrente:

-Venga, recuérdame que te lo explique con calma esta tarde en casa,  que ahora así en el coche…de camino al cole…no sé yo si es el momento adecuado. ¿Vale?

-Vale mami.

Y hasta hoy.

Pero sé que la pregunta tarde o temprano volverá. Por eso, independientemente de que mi hija me vuelva a pedir una explicación, yo siento que me debo una a mí misma. El tema merecía que le diera una pensada para no contestar con cualquier incongruencia si me vuelve a preguntar.

Eso es lo que hice: volví a leer algunos capítulos de El cerebro del niño, (uno de mis libros de neurociencia de referencia) para refrescar ciertos conceptos y poder construir un discurso coherente, y aquí están mis conclusiones:

Los padres tenemos la obligación de permitir que nuestros niños vivan como lo que son, niños. Tenemos la obligación de cuidar de ellos y proporcionarles una educación y un ambiente saludable en el que vivir. Saludable, para mí, no sólo se refiere a lo de las 5 piezas de fruta al día y llevarles al médico si están malitos. También incluye la salud emocional.

¿Qué clase de mundo les estamos enseñando a través de los telediarios?  Si muchas veces ya para un adulto es descorazonador, desmotivador e incomprensible el mundo tal y como lo presentan los informativos en televisión, imaginaos para un niño, que no está capacitado para hacer esta distinción: el mundo que aquí me muestran no es la realidad, es sólo una parte de ella.

Los telediarios dan una imagen del mundo negativa y totalmente sesgada. Atentados, asesinatos, matanzas, incendios, accidentes, violencia, atracos, madres separadas de sus hijos, sequía, abusos sexuales, perros que muerden, terremotos, huracanes, niños degollados, atropellos, enfermedades. Es sólo un ejemplo de los temas que, más allá de la política pura y dura (que tampoco suelen ser tratados en clave positiva) inundan nuestros informativos a diario. Es así por los motivos que sea. Hay teorías para todo, y cada cual que se quede con la que más le encaje. Yo, desde mi experiencia, pienso que muchos periodistas trabajamos desde la creencia de que las noticias malas venden más, pero esa es mi opinión.

Sea por los motivos que sea, la realidad es que los programas informativos, los telediarios de toda la vida, nos ofrecen una visión del mundo muy negativa.

El niño que está expuestos desde su infancia a un flujo de información que le presenta un mundo lleno de desgracias y maldades como el que muestran los telediarios, tiene muchas probabilidades de formarse la creencia de que el mundo es un lugar terrible, lleno de desdichas y peligros.

Así es como se forman las creencias: vemos unos hechos, los interpretamos, los juzgamos, los generalizamos y ya nos creemos que esos juicios son la realidad. Las creencias son, por lo tanto, esos juicios que tenemos tan hondamente arraigados que tomamos como certezas.

Para los niños, esa creencia tan negativa sobre el mundo (al igual que todas las creencias que se adquieren en la infancia), va a quedar grabada a fuego y, ni ellos ni nosotros nos vamos a dar cuenta. Las creencias tienen esa peculiaridad de pasarnos desapercibidas. Lo normal es vivir ajenos a nuestras propias creencias.

Pero ese niño, cuando sea mayor y salga al mundo, es muy probable que sea desconfiado y temeroso. Puede incluso que viva toda su vida en un estado de ansiedad permanente,  a la defensiva, esperando el momento en que le toque su turno. Porque para él el mundo es un lugar en el que pasan desgracias.

Desde que soy madre siempre he tratado de evitar que mis hijas se formen creencias limitantes de otra índole, sobre todo las relacionadas con su autoestima. Pero no había pensado en lo importante que es poner atención también a sus creencias sobre el mundo en el que viven.

No soy partidaria de educar en una burbuja. Creo que a los niños hay que enseñarles a ver el mundo tal y como es, con sus cosas malas, sí, pero sobre todo con las buenas. Y esa no es la realidad que nos enseñan los telediarios. Por cada noticia mala que ven en la tele deberíamos compensarles con al menos tres noticias buenas.

No sé lo que pasará en el futuro, pero, puestos a elegir prefiero que mis hijas lleguen a adultas con la creencia de que el mundo es un lugar fantástico en el que van a poder desarrollar todo su potencial, y no con la creencia de que el mundo es un lugar lleno de maldades. Una, es una creencia que les va a ayudar, que les va abrir un abanico inmenso de posibilidades para ser felices. La otra, es una creencia limitante que no les va a servir para nada bueno. Por eso trataré de evitar que vean un solo telediario hasta que tengan edad y capacidad para entender que ese mundo que nos muestran los telediarios, no es la realidad.

A mí me ha quedado muy claro, sí. Lo que todavía no sé, es cómo se lo voy a explicar a mi hija. Me da la sensación de que vuelvo a estar en la casilla de salida. De momento lo dejo aquí y cruzo los dedos para que no me vuelva a preguntar mañana.

 

Aldara Martitegui

 

 

 

 

 

 

 

 

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