Las peligrosas niñeras de la era digital

Hace unas semanas mientras comía en un restaurante con mi marido, mis hijas y mi suegro, fui testigo de la siguiente escena: una familia (matrimonio con dos hijos) entró y se sentó en la mesa que quedaba a mi espalda.

Mi familia y yo tuvimos la típica comida familiar, un tanto movida, pero nada de particular cuando se comparte mesa con dos niñas de 5 y 9 años: no faltaron las discusiones entre ellas, algunas  llamadas de atención a la mayor porque ya va teniendo edad para determinados comportamientos, conversaciones varias sobre el perro que vamos a adoptar, y la pequeña, que se levanta unas quince veces de la mesa… En definitiva el tiempo que duró la comida fue un vaivén de interacciones fácilmente perceptibles para el resto de comensales desde cualquier punto del restaurante. En determinado momento le comenté a mi marido, al que tenía en frente, lo tranquilos que estaban los niños de la mesa de atrás comparado con nuestras hijas. No se les oía ni respirar. Mi marido me hizo un gesto de resignación y me invitó a que mirara hacia atrás y viera por mí misma.

Igual os parezco exagerada, pero realmente lo que vi me dejó alucinada. Los padres charlaban animadamente entre ellos,  mientras sus dos hijos de unos 5 y 7 años estaban absortos en sendas pantallas (uno de ellos con auriculares incluidos) mientras engullían un entrecot con patatas fritas. Lo que vi es una escena por desgracia demasiado habitual: pantallas que roban a los niños (cada vez más pequeños) la posibilidad de cultivar sus relaciones sociales o, como en este caso, familiares.

Esta escena me hizo recordar un estudio que leí hace poco y que trata de demostrar precisamente lo equivocados que estamos tantos padres y educadores que creemos que dejar a nuestros hijos entretenidos durante horas con tabletas y smartphones, es algo positivo que estimula su inteligencia. Cada vez hay más información sobre el daño que hace a los niños el uso excesivo de pantallas y por tanto más conciencia social sobre este tema. Sin embargo, mi percepción es que todavía hay muchos padres que siguen sin tomar cartas en el asunto.

La investigación de la que os hablaba la llevó a cabo la Universidad de Toronto en colaboración con el  Hospital de Niños de esa ciudad canadiense. Se basó en 894 niños de entre 6 meses y 2 años de edad. Los resultados fueron presentados en 2017 en el encuentro de la Pediatric Academic Societies, uno de los más prestigiosos a nivel mundial en pediatría. Se analizó la relación entre el tiempo que los pequeños pasan frente a las pantallas y el desarrollo del lenguaje. Y se confirmaron las sospechas: el uso de la tecnología no nos hace necesariamente más inteligentes.Más bien todo lo contrario.

El estudio permitió establecer que dichos niños pasaban un promedio de 28 minutos al día frente a una pantalla. Esta mínima exposición se relacionó con un incremento del 49% en retrasos del habla, en concreto en lo que se refiere a dificultades para transformar sonidos en palabras.

Obviamente el estudio requiere de replicación y de otras investigaciones que examinen las causas concretas de este retraso, pero a poco que leamos sobre los mecanismos que motivan a los niños a empezar a hablar, podemos intuir alguna de estas causas. Una de ellas es la reducción del tiempo de las interacciones sociales de los niños, ya que  mientras están conectados a una pantalla dejan de estar conectados con las personas que les rodean. La otra causa, muy relacionada con la anterior,  es la reducción del tiempo que estos niños dedican a explorar los objetos de su entorno.

Y esto es muy importante ya que durante el tiempo que estos niños están “empantallados” se convierten en sujetos pasivos. Eso significa que desaparece la intención y la motivación para comunicarse porque desaparece de su foco de atención el estímulo sobre el que todo niño despliega sus habilitades comunicatives: las personas y objetos de su entorno. En resumen, el niño accede al lenguaje a través de los objetos sobre los que actúa y las personas con las que interactúa…Si deja de relacionarse con eso, pierde su motivación para hablar, y por eso se produce ese retraso en el habla que trataba de demostrar la investigación de la Universidad de Toronto.

Muchas veces nos hablan de lo malo que es el uso de pantallas en los niños pero pocas nos explican por qué, en qué se concreta exactamente ese perjuicio…

Aunque a muchos padres nos basta con ver lo embobados que se quedan nuestros hijos mirando una pantalla para saber que eso no puede ser bueno para ellos, siempre es bueno tener algún argumento más científico para apoyar nuestra intuición de padres.

Porque las pantallas no sólo son perjudiciales porque crean adicción y destruyen  la creatividad de nuestros hijos (los argumentos de los gurús de Sillicon Valley para explicar por qué no dejan a sus hijos tocar una pantalla hasta los 13 o 14 años). Ahora también sabemos que el uso excesivo de pantallas (más de 28 minutos al día) puede afectar negativamente a su desarrollo cognitivo.

 

 

Aldara Martitegui

 

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