La caja “aparca-móviles”

Lo reconozco. Hay noches en las que, durante la cena, uno de los pocos momentos del día que podemos compartir toda la familia, soy yo la que disimuladamente, mira el móvil unas cuantas veces: para ver si me ha llegado un e-mail que estoy esperando, porque la cena me ha pillado en medio de un interesante debate en un chat de Whatsup, o porque me interesa muchísimo conocer la última hora del rescate de unos niños en una cueva de Tailandia…qué se yo. Hay miles de ejemplos.

En ocasiones me cuesta desconectar de algunos asuntos. Como a muchos otros mortales.

Entre mi marido (a quien también le pasa) y yo, tratamos de frenar estas situaciones. El uno le hace un gesto al otro para invitarle dejar el móvil “aparcado” un ratito. ¿Qué puede haber más importante que cenar con tu marido y tus hijas? En realidad, poquitas cosas.

Nuestras hijas no tienen móvil todavía, pero si seguimos por este camino, cuando lo tengan y se pongan a mirarlo en medio de la cena… ¿Con qué cara les digo yo que eso no está bien y que es una falta de respeto y de consideración hacia su familia estar mirando el móvil mientras compartes un rato con ella?

Está claro que, si queremos ser un ejemplo para nuestros hijos,  hay algo que deberíamos empezar a cambiar…Cambiar o casi mejor, extinguir para siempre ese hábito, tan automático en muchos de nosotros, que es mirar el móvil permanentemente. Y sí,  también me refiero a cuando le damos un toque a la pantalla para ver si ha cambiado algo en los últimos 30 segundos.

Un compañero de trabajo, que tiene hijos mayores (con móvil) me dijo hace tiempo que él y su mujer prohíben a sus hijos utilizar el móvil en casa.

-Antes, me dijo, cuando nosotros éramos adolescentes y volvíamos a casa después de estar en la calle con nuestros amigos, cambiábamos un ambiente (los amigos) por otro (la familia). Ahora, si cuando vuelven en casa siguen conectados con el ambiente de sus amigos todo el rato, corremos el riesgo de que poco a poco se pierda el referente de la familia que durante tantos años mi mujer y yo nos hemos trabajado.

O sea, que según él, el reto es conseguir que cuando estén en casa estén en familia…y por eso, han diseñado su propio plan para cumplirlo. Un plan que no sólo afecta a los hijos, ya que los padres también están “obligados” a cumplirlo,  siempre dentro de sus posibilidades y siempre y cuando no se trate de temas urgentes o de trabajo. Perfecto. Tienen un plan.

Cada familia debería elegir el suyo propio, el que cada familia considere…sea el que sea, pero que lo consideren. Lo que quiero resaltar es que más allá de qué decisión tome cada familia, el gran valor de todo esto es que esa familia (la de mi compañero de trabajo) le ha dado una pensada al tema de qué uso le quieren dar al móvil.

Y eso es lo más interesante. Que han apagado el piloto automático.

Después de esa conversación me puse a darle vueltas al tema.

¿Qué puedo ir haciendo yo desde ya mismo para facilitar el “aparcamiento” del móvil en determinados momentos del día?

Y se me ocurrió que podía animar a mis hijas (a las que les encantan las manualidades) a construir la caja “aparca-móviles”.

“Manualidades con propósito”, que vienen fenomenal ahora en vacaciones.

Porque mis hijas pasaron un par de tardes muy entretenidas con la decoración de una caja de madera que compramos en un bazar chino y que desde entonces estamos usando como caja “aparca-móviles”. Así que, a lo tonto, matamos dos pájaros de un tiro.

De momento, como ellas aún no tienen móvil, somos sólo los padres los que estamos “obligados” a dejar los nuestros en la caja “aparca-móviles” antes de sentarnos a la mesa. Y no hay excepciones, porque ¿Qué puede haber más importante que cenar con tu familia? Poquitas cosas.

Por ahora el “desenganche” del móvil es sólo durante las comidas y cenas. Pero la idea es, poco a poco, seguir aumentando esos momentos de desconexión con el móvil y conexión con la familia. Fin del piloto automático. No a las inercias. Sí a la educación consciente.

 

Aldara Martitegui

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