El valor de estar presente

La semana pasada tuve el privilegio de presentar el libro de mi amiga Sonsoles Echavarren en Madrid. Las reinas del patio es un giño a “la vida nuestra de cada día”,  como lo describe la propia autora. Me gusta este libro porque no tiene nada que ver con todos esos manuales de los buenos padres con los que expertos en educación, pedagogos, psicólogos y coaches nos bombardean (os bombardeamos) en webs, e-books y blogs (entre los que incluyo el mío, obvio). Quiero aprovechar para hacer un poco de autocrítica porque sé que este tipo de contenidos pueden ser en un momento dado muy útiles pero también pueden generarnos mucha frustración. Nos crean unos ideales de padres perfectos y contribuyen a que nos creemos unas expectativas sobre nosotros mismos  que pocas veces tienen su correlato con la realidad.

Porque la realidad, el día a día es muy diferente. No es nada fácil gestionar una rabieta de tu hijo cuando mientras él se desgañita tú  tienes que terminar de hacer la compra porque si no esa noche no hay nada para cenar. No es tan fácil detectar que en realidad si tu hijo derrama la leche del desayuno sobre la mesa te está pidiendo más atención, cuando en tu cabeza sólo hay hueco para la preocupación por ese informe que tienes que entregar a tu jefe, y aún no tienes ni idea de cómo lo vas a hacer.

Es difícil si, pero es la realidad en la que vivimos. La realidad que Sonsoles Echavarren  refleja en su libro y que gusta muchísimo a madres y padres porque son historias que acompañan y reconfortan, que hacen esa labor de catarsis colectiva tan necesaria en estos tiempos en los que los padres vamos como locos a mil por hora intentando llegar a todo. Por eso mismo no tenemos ni un momento durante el día para compartir esos sentimientos con nuestros “iguales”  y libros como este hacen que nos sintamos, por lo menos,  comprendidos.

En la presentación del libro surgieron varias preguntas e inquietudes por parte de las asistentes (si, eran todas mujeres) que me hicieron reflexionar sobre esta “vida nuestra de cada día” que parece que casi todas aceptamos con resignación porque es lo que hay. Sin embargo en esa sala de la Casa del Libro había un nivel de conciencia bastante elevado sobre esta realidad. Y no es lo normal. Es mucho más habitual vivir en la inercia.

Para mí ya es un paso de gigante este ejercicio de “darnos cuenta” de lo que pasa en nuestra vida y de hacernos conscientes de la realidad en que vivimos sin tratar de cambiar las circunstancias. Porque con este ritmo frenético de vida que llevamos, tan enfocada en la tarea y en el hacer mucho más que en el ser, es complicado encontrar un momento para pararnos y mirar qué está pasando en realidad ahí fuera y aquí dentro.

Si estamos a doscientas mil cosas a la vez, si habitualmente no somos capaces de estar atentos a una conversación porque estamos pensando en otras cosas, si nuestros pensamientos se escapan permanentemente  a otros lugares a kilómetros de distancia de nuestro cuerpo, podemos decir que la atención sobre nuestra vida es errante. Y este es uno de los grandes males de nuestro tiempo. Eso es en realidad el famoso estrés. Lo que manifestamos es efectivamente una crisis de ansiedad, una úlcera, una cefalea, un brote de psoriasis, mal humor…pero lo que hay detrás de ese síntoma es en realidad nuestra incapacidad de estar presentes. Cuando se trata de una dolencia derivada del estrés, los médicos nos suelen recetar algún medicamento y recomendarnos que nos relajarnos, que bajemos el ritmo. Pero no siempre es posible ¿verdad? Digo yo que alguien tendrá que levantar a los niños y llevarlos al cole, alguien tendrá que ir a trabajar, que hacer la compra y pasar la tarde de acá para allá llevando y recogiendo  a niños de extraescolares, baños, cenas, deberes…

Muchas veces es imposible salir de esa espiral de actividad. Sin embargo sí es posible bajar nuestro nivel de estrés centrando nuestra atención en cada cosa que hacemos. ¿Que cómo es esto? Pues estando presentes, evitando que nuestros pensamientos sobre otras cosas que todavía no están sucediendo o que sucedieron en el pasado nos emborronen ese momento, nos generen ruido y nos creen más ansiedad aún. Esta es una buena manera de empezar a tener una vida menos estresante. Esa debería ser la receta del médico.

William James, uno de los padres de la psicología ya dijo que la base del discernimiento, el carácter y la voluntad tiene mucho que ver con nuestra “capacidad de traer de vuelta al momento presente de forma voluntaria nuestra atención errante”. Según James, nadie es dueño de sí mismo si no tiene esa capacidad de traer de vuelta esa atención. No se trata tanto de evitar que se dispersen mis pensamientos (algo propio de la naturaleza humana) sino de ser capaz de darme cuenta de que se han dispersado y traerlos de vuelta. Cada vez son más las personas  que deciden vivir una vida más consciente. En occidente ahora triunfan disciplinas orientales como la meditación, el mindfulness o el yoga, que lo que buscan en el fondo es entrenar a nuestra mente para estar presente y ser capaz de volver al aquí y al ahora cuando se va a otras cosas, cuando se comporta como un mono que salta de rama en rama y no es capaz de quedarse quieto.

Hay que entrenarse si,  pero lo primero es “darse cuenta” de que hay algo que entrenar. ¿Cómo funciona tu mente? ¿Va también saltando de pensamiento en pensamiento como si fuera un mono? Os invito a que os hagáis de vez en cuando esta pregunta. Es una buena manera de empezar este camino de conciencia y salir de la inercia.

 

Aldara Martitegui

 

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